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La firmeza del padre surgió de pronto en Roseta, trémula, balbuciente de rabia y con los ojos veteados de sangre. Soltó el cántaro, que se hizo pedazos, mojando á las muchachas más inmediatas, que protestaron á coro llamándola bestia. ¡Pero buena estaba ella para fijarse en tales cosas!

Luego se abalanzó sobre Celinda, besándola y mojando su rostro con frecuentes lagrimones. ¡Mi patroncita preciosa!... ¡Mi niña, que la he querido siempre como una hija!... Conocía á Celinda desde que ésta llegó al país y entró ella en la estancia como doméstica. Le resultaba doloroso separarse de la señorita, pero no podía transigir más tiempo con el carácter de su padre.

Apenas llegaba galopando por las vastas dehesas a la vista de la torada en que vivía esta joya, bastábale un grito para llamar su atención. «¡Lobito!...» Y Lobito, abandonando a sus compañeros, venía al encuentro del marqués, mojando con su hocico bondadoso las botas del jinete, y eso que era un animal de gran poder y le tenían miedo los demás de la torada.

Marta miraba al italiano con curiosidad maliciosa. «¡Cosas del mundopensaba la alemana, que en el fondo, para sus puras soledades, era más escéptica que Sebastián. «¡Este aquí como si nada le importara, y el otro infeliz!...». Minghetti seguía mojando bizcochos y bebiendo Málaga. Acabó por fijarse en la mirada insistente y expresiva de Marta.

¡Ah, cuánta felicidad había en estas victorias de la virtud! ¡Qué clara y evidente se le presentaba entonces la idea de una Providencia! ¡Algo así debía de ser el éxtasis de los místicos! Y don Saturno apretando el paso volvía a su casa ebrio de idealismo, mojando los embozos de la capa con las lágrimas que le hacía llorar aquel baño de idealidad, como él decía para sus adentros.

Perdóneme usted, amiguita indicó Eponina con bondad , me va usted a estropear el vestido; me lo está usted mojando con sus lágrimas. Me lo quitaré replicó Isidora haciendo un gesto de niña mimosa . Miquis, haz el favor de pasarte a la sala, que me voy a mudar de traje». Alejose un rato el médico. Cuando volvió, ya Isidora había tomado su forma primera.

El marino se atizaba, de dos sorbos, una copa de ron ó de Ginebra; nosotros libábamos otra de licor de rosa, mojando en ella, con mucho pulso, un canutillo de á dos cuartos. Durante los tragos, los mordiscos al pastel y las chupadas á los cigarros, el convidante narraba sus primeras borrascas en la mar y sus aventuras en los puertos.

Sirvieron en seguida el chocolate humeante y espumoso, y mientras don Manuel lo tomaba a sorbos, con esfuerzo, el cura y el maestro lo saboreaban con deleite, mojando en los delicados pocillos hasta el último bizcocho y la última rebanada de pan rustrido.

Rafael se doblaba sobre los remos, moviendo sus brazos nerviosos como resortes de acero. Llevaba la barca por cerca de la orilla, donde la corriente era menos viva y las ramas rozaban las cabezas de los amantes, mojando la cara de la artista con el rocío depositado en sus hojas.

Después de dar las buenas noches en voz baja, buscaban con la vista un rincón oscuro, y allí se sentaban sobre el pavimento lustroso de madera de castaño, y fijando la rueca en la cintura, empezaban á hacer rodar los husos, mojando repetidas veces con la lengua el lino, del cual tiraban por breves intervalos.