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Si la Virgen nos permite protegeros, hago voto de ofrecer una corona de oro á Nuestra Señora de Rennes. ¡Adelante, amigos! Los asaltantes, cansados de matar, se dedicaban al saqueo. Sólo un grupo bastante numeroso atizaba el fuego y observaba en silencio los progresos del incendio.

Entre tanto, el Mapono atizaba con rabia infernal á los suyos, y cerca de una hora estuvieron disparándole saetas sin causarle más daño que romperle el vestido; bien que al levantar en alto aquella santa imagen, le corrieron por los brazos extraños dolores y le impidieron el uso de ellos.

El marino se atizaba, de dos sorbos, una copa de ron ó de Ginebra; nosotros libábamos otra de licor de rosa, mojando en ella, con mucho pulso, un canutillo de á dos cuartos. Durante los tragos, los mordiscos al pastel y las chupadas á los cigarros, el convidante narraba sus primeras borrascas en la mar y sus aventuras en los puertos.

Recibía un cintarazo por la izquierda, y al volverse encontraba un segundo Morales que le atizaba por la derecha. Luego un tercer Morales le tiraba al cráneo por lo alto, un cuarto lo hacía saltar golpeandole entre las piernas, y así sucesivamente, hasta que pedía misericordia. Los más valientes de la provincia empezaron á hablar de él con temor, adivinando su secreto.

En relaciones secretas con la corte, procuraba organizar una reacción, y todos los medios se adoptaban si conducían al fin deseado. Iba á los clubs, atizaba alborotos, frecuentaba las reuniones de realistas y aun de los liberales. Todo lo averiguaba y lo aprovechaba todo.

Todos reían, encontrándolo bizarro é interesante, y esta alegría general la atizaba Caragòl sacando á luz los tesoros líquidos que había amontonado en los viajes anteriores, bajo la administración descuidada y generosa de Ferragut. El vino fuerte y alcohólico de las costas de Levante caía en los vasos como tinta, coronado de un círculo de rubíes.

Ambos, callados y taciturnos, contemplaron largamente la hoguera que Linón atizaba pausadamente. Pero la morenita concluyó por impacientarse de este silencio. ¿Por qué no bailas, Jacinto? Porque á sólo me apetece bailar contigo. Pues entonces puedes sentarte y esperar, porque va para largo. ¿No me quieres por pareja? , pero más tarde... el día en que principies á afeitarte.

Quilito, a horcajadas otra vez en el caño, la barba sobre sus manos, lívido, mirando la llama con fijeza magnética, balbuceó que no sabía nada, que él desde mediodía faltaba de casa... Es un disparate tuyo agregó, cuando se está mal de la cabeza, se ven visiones. Agapo atizaba el fuego. ¡Por estas! dijo besando los dos índices en cruz, estaba mareado, pero no ciego. Créeme, hijo, créeme...

¡Qué largas y qué tristes iban a ser las veladas de invierno pasadas junto al hogar en que él atizaba el fuego, manteniendo con su donaire la conversación! ¡Qué monótonas habían de parecerle las noches de verano! ¡Qué callado el silencio cuando no se oyera resonar junto al fresco brocal del pozo, ni bajo el emparrado de la puerta, el rasguear de aquella guitarra que parecía tener alma y quejarse cuando él la tocaba!

Usted es Pen-Hap el desollador, ¿no es cierto, buen hombre? dijo por fin Kernok que, con su bastón herrado atizaba el fuego con tanta fruición como si se hubiese encontrado en el rincón de la chimenea de alguna excelente posada de Saint-Pol , ¿y usted la bruja de la costa de Pempoul? añadió mirando a Ivona con aire interrogativo.