United States or Madagascar ? Vote for the TOP Country of the Week !


Vestía calzón de paño negro a media pierna, zapatos de pana con hebillas de piedra, casaca y chaleco de terciopelo, pendiendo de este último una gruesa cadena de plata con hermosísimos sellos. Si añadimos que gastaba guantes de gamuza, habrá el lector conocido el perfecto tipo de un esculapio de aquella época.

El Cauca, engrosado enormemente con mas de la mitad de las aguas del Magdalena, desemboca por tres hermosísimos canales paralelos, formando un delta de espléndida majestad, y los dos gigantes parecen abrazarse, envolviendo entre sus anchos brazos tres islas de suntuosa vestidura, cuyos sauces y gramíneas semejan enormes masas de esmeralda flotando en el centro de un océano de plata, iluminando por el sol ardiente.

Juanita, casada con él, le adora, le mima y le ha dado dos hermosísimos pimpollos: una niña, que se llama Juanita la Larga, tercera de este nombre y apellido, y que promete valer tanto como su madre, porque ya es muy linda, picotera y graciosa; y un Ricardito, como su abuelo materno, que es un diablejo, ágil, robusto y bullicioso, por lo que sus padres le destinan a que sea, también como su abuelo, oficial de Caballería.

No subí a grandes alturas, porque no me tentaban mucho los espectáculos de esa casta, ni tampoco hicieron mis rudos guías grandes esfuerzos para animarme a vencer las inclinaciones de mi complexión relativamente perezosa; pero no dejé por eso de satisfacer mi escasa curiosidad en la contemplación de hermosísimos panoramas.

Cerca de la calle de Don Pedro, dijo Cristeta: Vete desde aquí. Hasta mañana. ¿Sabes el número? Entonces ella, deteniéndose bajo una farola para ser bien vista, fijó en don Juan sus hermosísimos ojos; y oprimiéndole las manos en señal de despedida, repitió: Toda la noche, te queda toda la noche; ¡piénsalo bien! ¿Verdad que serás bueno conmigo?

Aun sus ojos, puramente escultóricos porque carecían de vista, eran hermosísimos, grandes y rasgados. Desvirtuábalos su fijeza y la idea de que tras aquella fijeza estaba la noche. Falto del don que constituye el núcleo de la expresión humana, aquel rostro de Antinoo ciego poseía la fría serenidad del mármol, convertido por el genio y el cincel en estatua y por la fuerza vital en persona.

D. Laureano andaba conmovido con los ojos hermosísimos de aquella chula sentada cerca del mostrador. Mientras tomaba el café a breves sorbos no apartaba la mirada de ella, sin atender poco ni mucho a la conversación de sus compañeros.

Pero no eran las manos la única cosa bella que se advertía en aquella ruina, no: tenía otra cosa mil veces más bella que las manos, y eran los dientes, que, salvados del general desastre, se conservaban hermosísimos, con perfecta regularidad, esmalte brillante é intachable forma. Era una santa, una santita.

La cuarta y última condición, en cuyo cumplimiento habéis de intervenir las tres doncellas que me estáis oyendo, es como sigue. Sólo me quedan dos minutos de vida, mas antes de morir os pondré en el palacio del Príncipe al lado de la taza de topacio. Allí irán los pájaros y se zambullirán y se transformarán en hermosísimos mancebos.

Formaba su rostro el mismo óvalo perfecto, con la barba un poco saliente, los ojos pardos hermosísimos, el cabello castaño, encrespado en artísticos remolinos naturales sobre una frente ancha y nobilísima, que parecía hecha expresamente para ceñir los laureles de una corona.