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Forjé un raro y para inverosímil cuento de amores; la unión apacible y duradera de dos voluntades humanas; algo de muy semejante a la historia de Filemón y Baucis. Por desgracia, la concepción de este último propósito cayó con violencia sobre los propósitos anteriores, y pugnó por desbaratarlos.

Es el calor de la pasion ardiente, que les nuevo encanto... ¡Qué! ¿no recuerdas que me has dado un beso? Mas deja que te cuente cuánta locura me forjé de niño; deja que haga volver á mi memoria el delirio sin fin de aquel cariño.

Forjé ensueños insensatos, proyectos monstruosos que no tendrían excusa si no hubieran sido concebidos en un acceso de fiebre.

Esto de tener buena sombra fue mi única ambición desde entonces, y me esforcé con ahínco en alcanzar la ventura de poseerla. Pero mis chistes y equívocos, preparados con anticipación en la soledad de mi cuarto, no tenían éxito feliz en el Oriental. Ni una comedia que también forjé y les leí, reuniéndolos al efecto en casa y regalándolos con cigarros y copas de manzanilla, logró su aprobación.

No quiero dejar de apuntarlo, aunque me cueste trabajo. Tendré siempre á la vista la historia exacta de mi vida. Hemos estado en el monte á cazar. Salimos á las cinco y media de la mañana y regresamos á las siete de la tarde. El conde se empeña en que ella cace también: ¡y por qué sitios! Por mucho que la imaginación trabaje, es imposible que se forje nada tan fragoso y espantable.

Un castillo fingía perspectiva lejana: de rubíes y oro le forjé en mis ensueños; pero sus muros eran de arcilla... Una mañana se derrumbó el dorado castillo de mis sueños. El corazón, roído por un pesar muy hondo, se abandonó al miraje de una quimera loca; bebí, para curarme, de su copa sin fondo y su embriaguez me ha puesto amargor en la boca. Hundido en las tinieblas, muero calladamente.

El reposo y la dicha no están en que el alma ame sin objeto, o en que combata para vencer un amor naciente, o en que muerto en ella el amor de todo lo visible y asequible, se forje para satisfacción de su amor siempre vivo un objeto ideal, que jamás se realiza en la tierra.

Mas ¿qué quieres, Elisa, que te diga, si, aunque de mente inquieta, no soy, por mi desgracia, hermosa amiga, soltero ni poeta? Me sentía morir, y quise verla, darle mi maldicion; y... vino... y sus ojos, y... le dije... «¡Que te bendiga Dios!» «¡La amoyo me decia loco, embriagado en su recuerdo hermoso, y «¡la amorepetia. ¿Dónde se fué el ensueño venturoso que en su amor me forjé?

Usted debe pensar, no hay duda, que todo esto es muy extraño; pero, hablándole con sinceridad, señor Greenwood, le diré que me ocupo activamente en una investigación muy curiosa, cuyo feliz resultado me hará algún día poseedor de una fortuna que ni en mis sueños más extravagantes me forjé jamás. ¡Vea! exclamó de pronto, con una mirada de extraña fiereza en sus grandes ojos obscuros, al desabotonarse rápidamente su saco azul y sacar de debajo de él un pedazo cuadrado y chato de gamuza muy usada y manchada, dentro de la cual parecía que se encerraba algún precioso documento u otro objeto de valor. ¡Mire!

El hígado me tiene desde ayer molesto y «achicopalado». Ven, charlaremos, y te enseñaré algo que te gustará mucho; unos exámetros que forjé anoche contra esos «sabios» de «La Sombra» y de «La Voz». «Ya sabes cuánto te quiere este tu maestro y amigo Román López». Me dió mala espina la esquelita de mi señor maestro. Desde luego pensé que iba yo a tratar con un hombre de mal carácter.