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¡Calla, maldito, calla! le dije al fin . No desplegues tus labios y no me martirices sacándome de los sueños que encantan para conducirme a las realidades que matan. ¡Calla, maldito, calla!

Y otra vez cantó: Ven, muerte, tan escondida que no te sienta venir, porque el placer del morir no me torne a dar la vida. Y deste jaez otras coplitas y estrambotes, que cantados encantan y escritos suspenden. Pues, ¿qué cuando se humillan a componer un género de verso que en Candaya se usaba entonces, a quien ellos llamaban seguidillas?

A mi lado ya sabes que no puedes ponerte, porque todas las barreras están abonadas; pero estamos cerca. ¡Ay, llévame, Miguel! exclamó Julita saltándole al cuello. Llévame a los toros. ¿Tienes deseo? ¡Muy grande! Los toros me encantan. ¡Eso, eso! gritó Enrique entusiasmado. eres española de pura raza. ¡Pisa ese sombrero, chiquita! Y lo arrojó al suelo.

Este hombre, educado a la rústica, clérigo de misa y olla, como vulgarmente suele decirse, tiene el entendimiento abierto a toda luz de verdad, aunque carece de iniciativa, y, por lo visto, los problemas y cuestiones que Pepita le presenta, le abren nuevos horizontes y nuevos caminos, aunque nebulosos y mal determinados, que él no presumía siquiera, que no acierta a trazar con exactitud; pero cuya vaguedad, novedad y misterio le encantan.

En vez de los arranques poéticos del primero, encontramos en la segunda la más prosáica parsimonia; en vez de la abundancia y de la verdad de los motivos dramáticos, una acción mutilada en todas sus partes y sin dote alguna artística; en vez de la rapidez arrebatadora del diálogo, una conversación lánguida; en vez del sonido harmonioso que arrebata y de las rimas diversas que encantan el oído, el arrastre monótono de los alejandrinos.

En fin, mucho, muchísimo se puede inventar y mejorar aún antes de que llegue el momento en que la aparición del superhombre se nos venga encima. Lo que es de las habilidades de Sarah Bernard y de los ingeniosos escritos de Juan Richepín, aunque yo los celebro porque me deleitan y me encantan, no me atrevo a inferir que dicha aparición esté próxima.

A los quince minutos de la frontera, se presenta el célebre lago de Como, lindísimo y poético como todos los lagos, que tanto me encantan. La campiña de Como es riquísima, semeja un paraíso: todo está cultivado, y la vegetacion mas hermosa engalana todos los términos. Muchos y elegantes palacios se levantan al rededor del delicioso lago: muchos y elegantes jardines completan el cuadro de Como.

Los mayores peligros de un corazon puro no estan en el brutal aliciente de las pasiones groseras sino en aquellos sentimientos que encantan por su delicadeza y seducen con su ternura; el miedo no entra en las almas nobles sino con el dictado de prudencia; la codicia no se introduce en los pechos generosos sino con el titulo de economía previsora; el orgullo se cobija bajo la sombra del amor de la propia dignidad, y del respeto debido á la posicion que se ocupa: la vanidad se proporciona sus pequeños goces, engañando al vanidoso con la urgente necesidad de conocer el juicio de los demas, para aprovecharse de la crítica; la venganza se disfraza con el manto de la justicia; el furor se apellida santa indignacion; la pereza invoca en su auxilio la necesidad del descanso; y la roedora envidia al destrozar reputaciones, al empeñarse en ofuscar con su aliento impuro los resplandores de un mérito eminente, habla de amor á la verdad, de imparcialidad, de lo mucho que conviene precaverse contra una admiracion ignorante ó un entusiasmo infantil.

Sin embargo, un minuto después, como se acordase de su excelencia, del subsidio que le habían dado, de su subjefe, de Nastenka, y viese a su mujer llorar, añadió, con voz dulce: Me encantan las negras... Hay en ellas algo exótico. Procuró iluminar su rostro con una sonrisa feliz, y con la sonrisa en los labios se fue al otro mundo.

Platel continuó: No sabría expresar hasta qué punto soy esclavo de la belleza. Los tonos armoniosos son para sinfonías exquisitas que me encantan, en tanto que la reunión de ciertos colores y formas hacen rechinar mis nervios como el chirrido de una sierra al cortar la piedra.