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Valles oscuros, torrentes umbríos, bosques nebulosos en los cuales nadie puede descubrir las formas a causa de las lágrimas que gota a gota se lloran de todas partes! Allá, lunas desmesuradas crecen y decrecen, siempre, ahora, siempre, a cada instante de la noche, cambiando siempre de lugar, y bajo el hálito de sus faces pálidas ellas oscurecen el resplandor de las temblorosas estrellas.

Los pulmoncitos exteriores que presentan los anélidos, los delgados filamentos nebulosos que lanzan al viento ciertos pólipos, los móviles y sencillos cabellos que ondulan sobre la medusa son objetos no sólo delicados sino conmovedores. Ofrecen todos los matices, son finos y vagos, pero cálidos: es como un hálito perceptible, y nuestros ojos atónitos ven en ellos el color del arco iris.

El último fué el que inmediatamente adquirió la privanza de su corazón: le sedujo hasta un punto indecible. Colocadas en lugar preferente de su biblioteca, fueron para él, á un tiempo mismo, código de la cortesanía y biblia de los sentimientos nebulosos y delicados.

¿Qué podría él hacer? Quedó callada, contemplando por la abierta ventana, sin objeto ni interés, los anchos prados que se extendían delante de su vista, nebulosos y silenciosos en medio de la obscuridad del crepúsculo. ¡Puede dijo en voz baja y cortada, puede decir al mundo la verdad! ¿Qué verdad?

Por otra parte, tenía el espíritu tan henchido de sentimientos nebulosos y filigranas espirituales, que no es maravilla si á los pocos minutos de vagar por las calles se olvidase enteramente de la escena vergonzosa en que acababa de jugar papel tan desairado. ¡Ay! Otras escenas más lejanas se le representaron inmediatamente con mayor energía!

A la unidad ha sucedido la diversidad en la Europa toda: al sentimiento religioso el sentimiento patriótico: decaen las enseñanzas de la escuela católica, y empieza á surgir el racionalismo en los nebulosos cerebros de Juan de Paris y Guillermo de Occam; ocupan los reformadores la brecha abierta por los racionalistas, y á los atrevidos vuelos de la teología se sustituyen las maravillas de la física, alternando con los delirios de la alquimia y de la astrología.

Hay días, en pleno verano, polvorientos, nebulosos, en que la luz del sol es blanquecina y velada de nubes por el lado del Norte, que se parecen mucho a aquel violento período tan pronto abrasador como helado, en el cual llegué a creer que mi pasión por Magdalena iba a extinguirse de la manera más triste, por el despecho. Varias semanas hacía ya que no la veía.

Este hombre, educado a la rústica, clérigo de misa y olla, como vulgarmente suele decirse, tiene el entendimiento abierto a toda luz de verdad, aunque carece de iniciativa, y, por lo visto, los problemas y cuestiones que Pepita le presenta, le abren nuevos horizontes y nuevos caminos, aunque nebulosos y mal determinados, que él no presumía siquiera, que no acierta a trazar con exactitud; pero cuya vaguedad, novedad y misterio le encantan.