United States or Egypt ? Vote for the TOP Country of the Week !


En Bogotá, para obtener un espejo, si bien se pide un marco, hay que encargar cuatro lunas, de las que sólo una llega sana. Se comprende hasta cómo deben haberse devuelto las necesidades de comodidad por la cultura social, para que las familias se resuelvan a los sacrificios que instalaciones semejantes imponen. En las reuniones, una cordialidad, una aisance de buen tono, inimitables.

Estas costumbres y otras, tomadas sin duda de la raza indígena y fomentadas por sus sacerdotes, hace de aquel pueblo un centro deplorable de atraso, dificilísimo de reducir por nuestros misioneros. Siguiendo los fundamentos de su religión, refieren el tiempo á la Egira, y su año es el llamado Embolismal ó de trece lunas, por las que cuentan.

Bien que el abate Ximenez escribirá con mucho donayre contra la existencia de dichas lunas, mas yo apelo á los que discurren por analogía; todos excelentes filósofos que saben muy bien que no le seria posible á Marte vivir sin dos lunas á lo ménos, estando tan distante del sol.

Flotaban en su superficie las lunas de grasa, y entre las rebanaditas de pan impregnadas de suculento líquido, los menudillos de la gallina, las tiernas yemas de color de ámbar y los negruzcos hígados, que se deshacían al entrar en la boca. Todos comían con apetito, especialmente don Juan, que, a pesar de su sobriedad de avaro, era un tragón terrible al entrar en mesa ajena.

El movimiento continúa y la Luna vuelve á ocupar en la segunda mitad de su revolución, pero en sentido inverso, posiciones completamente análogas á las de la primera. El disco presenta porciones iluminadas menguantes, primero el semi-círculo luminoso, luego las hoces ó medias Lunas, cada vez más estrechas y que entonces vuelven su convexidad hacia oriente.

Seguían á éstos nada menos que 66 sastres, precedidos de un clarinero, vestidos de turcos, á su manera, con mucho de cintajos y medias lunas, estandartes y escudos, donde iban escritos pésimos versos en elogio del rey, que no había más que pedir.

Esto vale más que todas las estampas con lunas, lagos, amantes y otras macanas que mi «romántica» pone en las paredes para que críen polvo. Y señalaba los diplomas honoríficos que adornaban el escritorio, las copas de bronce y demás bisutería gloriosa conquistada en los concursos por los hijos de su pedigrée.

La primera persona que encontraron en el interior del edificio fue al auvernés, en mangas de camisa, los puños arremangados, azogando la luna de un espejo. ¡Hola! exclamó el doctor, lo que yo había previsto. ¿Pero qué? Que se azogan las lunas con una capa de mercurio aprisionada bajo una hoja de estaño, ¿comprendéis? Todavía no.

Era éste un bolivianito, diablo y travieso, que nunca se resignaba a hacer tranquilamente su papel de astro nocturno. En seguida ocupaban su sitio los planetas mayores y después los menores. Júpiter con sus lunas, Urano en la última línea del círculo, Saturno circundado por su anillo luminoso.

Sus baluartes, sus defensas exteriores, sus medias lunas se recortan en zig-zag sobre una meseta rocosa; vistos de lejos, cualquiera creería poder franquear los muros de un salto; pero, al llegar, se descubre el foso, de cien pies de ancho y de una profundidad de treinta, y, enfrente, las obscuras murallas cortadas a pico. Aquello detiene a uno bruscamente.