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Nada mas que setenta y dos, dixo el académico, y todos los dias nos lamentamos de tanta escasez; que nuestra imaginacion se dexa atras nuestras necesidades, y nos parece que con nuestros setenta y dos sentidos, nuestro anulo, y nuestras cinco lunas, no tenemos lo suficiente; y es cierto que no obstante nuestra mucha curiosidad y las pasiones que de nuestros setenta y dos sentidos son hijas, nos sobra tiempo para aburrirnos.

Ra-Ra, arrodillado junto á ella, le tomaba las manos, hablándola ansiosamente para que abriese los ojos una vez más, y creyendo que cuando los cerraba era para siempre. ¡Oh, hermano de mis ensueños! ¡Madre de mis alegrías! ¿Me oyes?... No te mueras; yo no quiero que mueras. Aún quedan para nosotros muchos soles dichosos y muchas lunas de amor.

Cuentan el tiempo, no por lunas, sino por días de la semana, como nosotros, llamando Sapto al lunes, y así sucesivamente los demás, Ahát, Isnin, Sarasa, Araboja, Cammis, hasta el Domingo que nombran Diammat.

Llevaban caminando cerca de una hora y se imaginaban que sólo habían transcurrido unos minutos. Al llegar á los jardines de la Villa Nazionale, cerca del Acuario, se detuvieron un instante. Había más luz y menos gente que en el camino de Possilipo. Huyeron de los faros eléctricos de la vía Caracciolo, que reflejaban en el mar sus lunas de nácar.

Hace la rosca a la chiquilla de García, una empalagosa que no piensa más que en componerse y no sabe dar una puntada; pero el asunto es que se la hace por lunas, porque esas de García.... ¿No te gusta el cuento? , mujer gritó la oradora amostazada . ¿Piensas que estoy muerta por semejante muñeco? Vaya, que me das gana de reír. Cuenta, mujer, que también se pasa el tiempo.

Después se trabaja un poco la masa; se les da forma, se untan con una pluma de clara de huevo, y se meten al horno en una lata. MEDIAS LUNAS. Sobre un mármol se trabaja medio kilo de harina con medio de mantequilla y unos ciento treinta gramos de azúcar, media docena de yemas y canela molida o raspaduras de limón.

Son varias tribus, á saber: los Chulilaquihets , los del cacique Quiliner, y otras, cuyos nombres no he podido entender. Me hablaron tambien de un cacique poderoso llamado Sanquel , que se aguardaba dentro de pocas lunas en los toldos del cacique Negro.

Las temblorosas llamas del gas se reproducían hasta lo infinito en las grandes lunas venecianas, que, multiplicando las imágenes, creaban una confusión extraña, y empezaba a reinar ese desorden propio de todo sitio donde se divierten muchos a la vez.

La observación de las lunas les sirve de calendario, y aun para formar sus pronósticos; los hay llamados bravos y mansos, siendo los primeros los que no quieren comunicación alguna con los pueblos reducidos.

5 y a más de esto, el holocausto continuo, y las nuevas lunas, y todas las fiestas santificadas del SE