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Pues no es así interrumpió con viveza Diana, yo tengo mi opinión personal; he leído, de Platel, El Valle de los Lirios y La Aventura de la señora Tarbes. Entonces, si lo has leído, no has comprendido, y viene a ser lo mismo que yo te decía. En cuanto a , soy de la opinión de los que, sin haberlo leído, encuentran que tiene talento. Diana estaba mortificada, pero Mabel d'Ornay triunfaba.

Admitamos que Martholl sea una excepción y que se afana por vestirse para deleitar a sus contemporáneos; en cuanto a ustedes, déjenme darles un consejo, mis encantadoras amigas: preocúpense siempre de ser lo más hermosas posible; piensen en el placer que nos causan con un adorno feliz. Platel, debía usted habernos prevenido; esto es una conferencia. Seguramente...

Además dijo la señora d'Ornay, joven casada hacía pocos meses, me imagino que usted no ha leído todo lo de Platel: escribe poco para las señoritas. Diana no habla sino por lo que se dice respondió María Teresa; sus críticas se refieren a los juicios de los inteligentes y en tales asuntos las opiniones son diversas.

Realza el tener un flirt de esa calidad. No si es inteligente añadió Diana, que no habiendo sido cortejada por él, quería gratificarlo con algún defecto. Es seguramente menos entretenido que Platel. Huberto sólo vale cuando se le mira... es inútil que alces los hombros, tiene algo así como la belleza del ganso, pero la tiene, y superior, convengo en ello.

La señorita María Teresa defiende admirablemente a sus amigos observó Platel; esto provoca el deseo de aumentar el número de ellos. María Teresa tendió, sonriéndose, la mano al joven. Usted figura en el número, Platel; en efecto, creo ser una buena amiga; pero en este momento soy simplemente justa. Por lo demás, usted va a conocer a Juan; llega esta noche y pasará algunos días con nosotros.

Hay gentes que no pueden decidirse a volver a su casa; lo retienen a uno, y le impiden retirarse a hora razonable. Mientras la juventud conversaba así, de una manera general, el criado introducía sucesivamente a Max Platel y a Bertrán Gardanne. Cada uno de los que entraba era recibido con exclamaciones alegres.

Pensaba en los incidentes de la tarde, en su impaciencia, que no había podido disimular, de volver a ver a Huberto, y en el placer mezclado de angustia que había experimentado al encontrarlo siempre encantador, enamorado, amable, ¡pero tan frívolo!... Por turno se presentaron a su imaginación las caras amigas de las Blandieres, de Platel, de la señora d'Ornay.

¡Qué yo! algún encuentro sentimental; el placer de codearse durante largas horas con el que o la que se ama, el permitirse una libertad de lenguaje que no se podría usar en otra parte. ¡Perverso! se refiere usted a la señora d'Ornay y a Platel... Y la risa musical de María Teresa estalló en un gorjeo, acabando de exasperar a Juan.

El saber conservar la compostura que contiene a cierta gente propensa a la familiaridad, no es algo que conocen todos. ¡Lo creo!... Nada más que de pensarlo, siento frío suspiró irónicamente Platel. ¡Pobre Martholl!

¿Mi partida? ¡Dios mío! eso podría usted decirlo a Platel, a d'Ornay; no hay ahí motivo para ruborizarse; pero yo estoy triste, profundamente triste al separarme de usted. Ninguna partida es alegre; a me habría gustado que usted se quedase todavía... ¿Cierto? ¿Por qué no retenerme entonces? Usted se hace un poco exigente respecto a demostraciones amistosas.