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Te agradezco mucho las bromas que te has esforzado en decir hoy. No supe qué contestar, pues ese sentimiento de culpabilidad que no podía definir, me desgarraba el corazón.

Bringas se frotó los ojos, los volvió a abrir, y moviendo mucho los párpados, como los poetas cuando leen sus versos, exclamó con acento que desgarraba: «¡No veo!... ¡No veo!». Rosalía no pudo añadir nada; tal era su espanto. La de García Grande, que había logrado dominar el fuego, aunque no evitar completamente la adherencia de sus botas al piso, acudió al lastimoso grupo...

Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa; pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su mortificación libre salida, dando desahogo a su pena; arrojaba con desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba, cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados; recogía como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas.

El doctor, que en aquella ocasión era entre los tres el más dueño de mismo, se levantó para poner término al dolor de aquella separación que desgarraba su alma. Ellos hicieron lo propio y después de contemplarse en silencio estrecháronse por última vez la mano, mientras el doctor decía: ¡Ea! ¡en marcha, Amaury! ¡Adiós! En marcha repitió Amaury de un modo maquinal.

He aprendido a despreciar su odio y más aun su amor; he aprendido a sonreír, cuando el dolor me desgarraba el corazón con sus garras de acero; he aprendido a llevar la frente alta, cuando habría querido, de vergüenza, ocultarla en el polvo.

Sentiríamos que este rumor se confirmase por afectar directamente a personas muy conocidas y estimadas en la sociedad sarrienseGonzalo sintió que algo que aun estaba por desgarrar se le desgarraba dentro del pecho. Dejó caer el papel.

El anciano sacerdote habría deseado tener a Juan a su lado, y su alma se desgarraba al pensar en la separación; ¿pero dónde estaba el interés de Juan? era lo único que debía preguntarse. Lo demás no era nada... Llamaron a Juan. Hijo mío le dijo madama de Lavardens, ¿quieres venir a vivir conmigo y con Pablo durante algunos años, en París?

Pero, ¿qué tienes, hijo? insistió la señora . ¿Estás malo?... ¿Por qué lloras? Un inmenso desconsuelo, que desgarraba el alma en aquella carita de ángel, se pintó en las facciones del niño; con los dientecillos apretados y los ojos rebosando lágrimas y amarguras, contestó al cabo: Porque estoy solo. Mi mamá no ha venido. ¡Nadie ha visto mis premios!...

Un día, como otros muchos, la barca apenas hacía camino: arrastrábanla imperceptibles corrientes y casi no oscilaba. Filaba en línea recta y muy lentamente, como si se deslizara por un plano sólido; el rumor de la estela no se notaba, tal era la suavidad con que el agua se desgarraba bajo la quilla.

La víctima humilde y fuerte, el alma cristiana que sufre la miseria de la vida en su manifestación más dolorosa sin rebelarse contra la voluntad de Dios. En vano esperé que Amparo diese una muestra de debilidad ni de impaciencia. Continuaba inmóvil y tranquila: pero con una tranquilidad que me desgarraba el alma. Yo sufría de mil maneras distintas. Primero, el inmenso infortunio de Amparo.