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Actualizado: 26 de junio de 2025
Quería ver a Magdalena aquel día, a todo trance. «Ya no habrá me decía subterfugios, ni disfraces, ni habilidad, ni barreras que prevalezcan sobre lo que yo quiero y contra la certidumbre que tengo.» Llevaba en la mano las flores rotas, las miraba y las cubría de besos, las interrogaba como si guardasen el secreto de Magdalena, las preguntaba qué había dicho ella cuando las desgarraba, si eran caricias o insultos... Y no sé qué sensación desenfrenada me replicaba que Magdalena estaba perdida y que ya no tenía más que atreverme.
Ninguno de los frailes, sus compañeros, notaba ni por indicios el tormento infernal que desgarraba el corazón del ambicioso Fray Miguel, y que para un observador perspicaz y que sintiese por él algún afecto, se vislumbraba en su pálido y demacrado rostro, en las muecas nerviosas y como de réprobo que involuntariamente hacía de vez en cuando, y en el brillo calenturiento de sus hundidos negros ojos, a los cuales, así como a la despejada y blanca frente, daba casi siempre sombra la capucha.
Gabriel guardaba un botón del uniforme del criollo, que en una de estas rebeliones de su debilidad había quedado entre sus dedos. Después, cansados los atormentadores de la inutilidad de sus violencias, le dejaban olvidado en la mazmorra. Un pan y unos trozos de bacalao seco eran su comida. La sed, una sed infernal, le desgarraba las entrañas, le oprimía la garganta y hacía arder su boca.
Prosiguió su camino bajo una nube negra que se desgarraba, por donde surgía de tiempo en tiempo la luz de una estrella que se velaba rápidamente porque se había levantado un viento glacial desde que dejara de caer la nieve. Pero Molly seguía caminando adormeciéndose cada vez más a cada paso que daba, oprimiendo al niño contra su seno con la inconsciencia cada vez mayor.
No obstante, el viento, cuyo ímpetu iba siempre en aumento, logró desgarrarlo, al fin, por algunos sitios, formando gratos agujeros, en el fondo de los cuales se percibía el suave fulgurar de alguna estrella. Las grandes nubes negras venían a taparlos; pero el manto se desgarraba por otros parajes a toda prisa y las diminutas estrellas tornaban a hacer guiños amables a la tierra.
La analogía de idiomas evitaba aquel defecto deplorable que desgarraba los oídos de mi querido Rossi, cuando en Londres daba el Hamlet en italiano con una compañía inglesa. Encuentro a Booth inferior a Rossi y a Salvini en sus grandes papeles saquesperianos. Su cuerpo se presta admirablemente para el Hamlet, pero el estetismo lo preocupa demasiado, ¡y yo venía de ver «Patience»!
Se fue trinando, y al poco rato recibió Rosalía el papel que esperaba con tanta ansia. «Abulta poco pensó, con el alma en un hilo, metiéndose en el Camón para abrir el sobre a solas, pues andaba por allí Cándida con cada ojo como una saeta . Abulta poco repitió sacando del sobre un papel ; aquí no viene nada». Y en efecto, no era más que una carta, escrita con la limpia y correcta letra del director de Hacienda. La cólera que invadió el alma de la Pipaón al ver que la carta no traía consigo compañía de otros papeles, le impedía leer. En su mano temblaba el pliego, escrito por tres carillas. Leía a saltos, buscando las cláusulas terminantes y positivas. En pocos segundos recorrió la dichosa epístola... Cada frase de ella le desgarraba las entrañas como si las palabras fueran garfios... «Estaba afligidísimo, desolado, por no poder complacerla aquel día...». «
Acostumbrada la prójima a levantarse a las nueve o las diez de la mañana, éranle penosos aquellos madrugones que en el convento se usaban. A las cinco de la mañana ya entraba Sor Antonia en los dormitorios tocando una campana que les desgarraba los oídos a las pobres durmientes.
Y aquella masa informe recibía de plano los rayos del sol provenzal, áspero al despertar, y más áspero en aquellos momentos á causa de la aridez del mistral que no cesaba de soplar. Doble suplicio que desgarraba á la transparente criatura.
Traédmelo. 20 Y se lo trajeron; y cuando le vio, luego el espíritu le desgarraba; y cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos. Y él dijo: Desde niño; 22 y muchas veces le echa en el fuego y en aguas, para matarle; mas, si puedes algo, ayúdanos, teniendo misericordia de nosotros. 23 Y Jesús le dijo: Si puedes creer esto, al que cree todo es posible.
Palabra del Dia
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