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Como si meditase que los enemigos declarados no había que temerlos, pues el capitán daría buena cuenta de ellos, pero había que vigilar mucho á los que se presentaban con cara de amigos, así que uno de éstos se acercaba á D. Félix y le estrechaba la mano y se ponía á conversar con él, ya estaba Talín con ojo avizor. Se colocaba cerca de su amo, con la mirada fija en los pies del interlocutor.

Las de don Gerardo Lautrec no son tan límpidas, pero son hermosas, sin embargo, y él las sostiene con formas elegantes, con palabras lindas y musicales y con una especie de emoción entusiasta, sin decir nunca nada que me mortifique, mientras que noto en los demás una indiferencia hostil y hasta aversión y desprecio declarados contra todo lo que es más sagrado para ... Y todavía se contienen por mi causa... He visto a don Máximo hacerles señas y contener en sus labios palabras que iban a decir.

Notaba yo que la pobre mujer estaba en aquellos instantes bajo la doble tortura de los sucesos mismos declarados, y del temor a lo que pudiera alcanzarla del mal juicio que yo hubiera formado de todo ello; inspirábame honda compasión, y con el fin de aliviarla un poco de ambos tormentos, la hablé así: En primer lugar, del dicho al hecho siempre hay gran trecho, y mucho más si los hechos son de la magnitud de éste que a usted la espanta; de manera que las amenazas de venir esta noche esos bandoleros a desvalijar a mi tío, se cumplirán... o no se cumplirán; y bien pesado y medido todo, quizás fuera preferible que vinieran, particularmente para usted, por aquello de que «muerto el perro, se acabó la rabia». En segundo lugar, con la confesión que usted me ha hecho, y ¡ojalá se le hubiera ocurrido hacérmela la primera vez que topó con su marido en la fuente! si no viene por aquí esta noche a liquidar todas sus deudas en una sola partida, tengo todo lo que necesito saber para obligarle, por la cuenta que le trae, a que abandone esta comarca callandito la boca y a buen andar por donde nadie le vea, y la deje a usted en santa paz por todos los días de su vida.

Contemporáneos de Antonio Pérez impuestos en sus más secretos manejos, familiarizados con su conversación y confidencia, enemigos declarados de España y de su Rey, le juzgaron de otro modo. ¿Daremos crédito, con preferencia á las declaraciones de los antiguos, á la crítica más ilustrada de los modernos, ó habrá todavía que dejar la decisión á tribunal de Más Señores? Manos á la obra.

Estas obras dramáticas son trabajos originales, declarados y confesados, de célebres poetas españoles; pero hay además otras muchas tragedias y comedias francesas que pertenecen también á la misma fuente, aunque la imitación no se haya declarado.

Aquí se calló don Román como un muerto, y me dijo el insigne campurriano, después de aplaudirme los buenos propósitos declarados por de poner todos los medios para lograr tan grandes fines, que si me decidía, en mis procedimientos, a servir a mis protegidos el vino viejo en odres nuevos, cosa que él no desaprobaría, lo hiciera con sumo tacto, «porque concluyó , hermosa es la luz; pero no hay que abrir de repente todas las ventanas a los que han vivido a oscuras por achaques de la vista; pues hay que temer las locuras que entran por los ojos deslumbrados». A esto ya no pudo callarse don Román, y expuso el ejemplo de la caída de Coteruco, en demostración de lo afirmado por su amigo.

, como yo, como nosotros, seamos francos, aquí no nos oye ningun indio, continuó el joyero; el mal está en que todos no seamos tulisanes declarados; cuando tal suceda y vayamos á habitar en los bosques, ese día se ha salvado el país, ese día nace una nueva sociedad que se arreglará ella sola... y S. E. podrá entonces jugar tranquilamente al tresillo sin necesidad de que le distraiga el secretario...

Algunos amigos verdaderos, o por lo menos partidarios declarados del Magistral, paseaban por el Espolón; pero no se atrevían a acercarse al ilustre Vicario general; llevaba cara de pocos amigos, a pesar de su sonrisita dulce, clavada allí desde que se veía en la calle.

En este mismo tiempo los turcoples que servian al emperador, declarados por rebeldes, porque á imitacion de los catalanes quisieron que se les pagase el sueldo ó hacerse contribuir con las armas, no pudieron, por ser pocos, mantenerse por , enviaron á decir á los catalanes que si les admitirían en su compañía.

Por fortuna la España no tiene que temer ese grande inconveniente: declarados justamente bienes de la nacion los que el clero retenía en su poder, y vendidos como están aunque por desgracia no todos, la influencia del clero español es hoy limitada y corta.