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Hemos estado riendo a mandíbula batiente hasta las doce y media de la noche. »Figúrese usted, mi querido doctor, que la Náyade había anclado delante de Ky-Tcheou. No he podido encontrar de ningún modo en el mapa donde cae eso, y estoy desesperada. Los geógrafos de hoy son seres muy incompletos. Ky-Tcheou debe estar al sur de la península de Corea, en el mar del Japón.

Aquel cielo y aquel suelo en el Grao de Valencia, ó las orillas del Guadalquivir, sería una dulcísima parodia de los jardines del Profeta; mas un paraíso, anclado en medio del revuelto Pacífico, lejos del universal concurso y sin tener por lo menos una Eva, es un paraíso que al principio encanta, después, aburre, y por último desespera.

El verano se presentaba duro y fogoso, y aunque la singular posición de Cádiz, flotando como un buque anclado en la mar, templaba sus rigores gracias á la brisa que lo baña, todavía al atravesar algún espacio abierto el ardiente latigazo del sol obligaba á apresurar el paso. En la calle Ancha encontró algunos amigos y estuvo con ellos jovial y locuaz como pocas veces se le había visto.

Hasta mañana. No faltes. No faltaré. Al día siguiente, entre dos y tres de la tarde, dos lanchas atracadas al muelle esperaban á los invitados para transportarlos al buque, que se veía anclado allá en medio del puerto. Era una corbeta de regular tamaño, negra, sólida, bien arbolada.

A veces la tromba os coge en la rada. En 1698, hallándose el capitán Langford en el puerto, y bien anclado, vió llegar la tromba y al momento se hizo á la vela, poniéndose bajo el amparo del mar. Las otras naves se quedaron creyendo obrar más prudentemente y fueron destrozadas. En Madrás y en la Barbada hácense señales para avisar á los buques fondeados.

Pero no me escuches... ¿Qué importa lo que yo digo? ¿Qué puedo decirte? Mi vida se resume en la palabra desgracia. ¡Háblame! Tengo sed de oirte!... Los instantes que hemos de estar juntos son preciosos, Jacobo mío. He entrado aquí con nombre falso. Me creen inglés. Tengo un navío anclado en el puerto. Marenval, pronto y decidido á todo, me espera. ¡Marenval! ¿De dónde viene ese celo imprevisto?

No contento con esas armas de juguete, consiguió que el capitán de un buque inglés, anclado en el puerto, le proporcionara un capacete, una espada y una armadura; se descubrió su proyecto, y corrió por la ciudad el rumor de que se habían conjurado los esclavos para rebelarse, siendo esto causa de que el populacho enfurecido asesinara á muchos cristianos.

Un día leyó en un diario francés que la Náyade había anclado ante Ky-Tcheou, en el mar del Japón, para pedir reparación del insulto hecho a unos misioneros franceses; Le Bris rompió el periódico para que su lectura no pudiese suscitar la menor conversación sobre la señora Chermidy.

En esta plaza de agua metida entre casas habían anclado sus pobres naves los primeros fenicios, viéndose sucedidos por los emigrantes de Focea en Asia Menor, marineros griegos que huían de la invasión de los persas. Las colinas calcáreas y desnudas inmediatas al puerto se cubrían de viviendas, y así nació Marsalia, que había de ser siglos adelante la señora del Mediterráneo.

Muy cerca del muelle de Greenwich estaba anclado el enorme coloso marítimo llamado Leviatan, la mas soberbia y la mas errada ostentacion del orgullo inglés, como soberano de los mares. Habia olvidado proveerme de un billete de entrada, y por eso no pude ver el monstruo sino exteriormente, todavía en construccion en el interior, y por lo mismo muy incompleto.