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[Nota 69: Por estas multiestupradas de fines del siglo XVI y todo el XVII decía Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache, parte I, libro III, cap. II: «... nunca quien lo come lo paga, o por grandísima desgracia. Siempre suele salir horro el dañador, y después lo echan a la buena barba; siempre suele recambiar en un desdichado.» Y, más tarde, Moreto, en la jorn. II de Todo es enredos amor: «D. F

Finalmente, él salió tan bien con el asumpto de pícaro, que pudiera leer cátedra en la facultad al famoso de Alfarache.

Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache, Marcos de Obregón, Estebanillo González, el buscón D. Pablo, el donado hablador y otros personajes de la misma laya, han de haber encontrado en el reino de la fantasía y reconocido como muy cercano pariente al héroe desastrado de la novela de D. Pío Baroja.

El Guzmán de Alfarache, de Alemán; el Gran tacaño, de Quevedo, y el Marcos de Obregón, de Espinel, son las obras maestras de esta especie, llenas de un conocimiento profundo del corazón humano, de gracia inagotable, de animación y de sal, que por sus descripciones exactas de la vida ordinaria forman la más decidida oposición con el mundo ideal y fantástico de las obras coetáneas; pero no desnudas por esto de invención poética.

Su vida de granuja anónimo en Valencia, estaba señalada por una serie de travesuras y mañas chistosas, por una fecundidad tan grande en trazas para sacar al prójimo su dinero, que lo hicieron digno émulo del Lazarillo de Tormes, El pícaro Guzmán de Alfarache y otros héroes famosos de la novela española.

Aquí ejerció diversos oficios y sirvió á diversos amos; ningún Guzmán de Alfarache, ni Lazarillo de Tormes, dice, se vió en más varias situaciones ni sirvió á dueños más opuestos. Como su suerte no mejoraba, se hizo al fin cómico, para probar de todo, y escribió hacia 1602 su Viaje entretenido, cuya primera edición apareció impresa en Madrid .

Muy parecida á esta última pieza es la titulada Hombre pobre todo es traza, comedia que V. Schmidt caracteriza con mucha exactitud, recordando El lazarillo de Tormes y El Guzmán de Alfarache, porque el protagonista, en efecto, se asemeja mucho á aquellos caballeros de industria, de espada y de retorcidos mostachos, descritos en esas novelas picarescas; aunque no estará de más añadir que nunca Calderón se deja caer en los lodazales que son, á veces, tan del gusto de Mendoza y de Alemán, y que ennoblece á un tiempo las costumbres y los tiempos.

De vuestra pasta se han hecho santos, guerreros, poetas y mil hombres eminentes. ¿Es esta una masa podrida que no sirve ya para nada? ¿Debéis desaparecer para siempre, dejando el puesto a otra cosa mejor, o sois capaces de echar fuera la levadura picaresca, oh nobles descendientes de Guzmán de Alfarache?... Adiós, Sr. Monipodio, Celestina, Garduña, Justina, Estebanillo, Lázaro, adiós.

En las cabezas de aquellos desdichados es donde mejor se puede estudiar hasta dónde llegó Velázquez en el estudio de la expresión: el Primo es grave y reflexivo, casi elegante; Morra tiene cara de malo; el bobo de Coria es tipo de idiota triste; el niño de Vallecas estúpidamente alegre; don Antonio el inglés, apoyado en aquel admirable mastín más simpático que él, parece una caricatura del orgullo; don Juan de Austria, antes que de bufón palaciego, tiene traza de pícaro escapado de los capítulos del Guzmán de Alfarache o de las jácaras de Quevedo.

Convengamos en que tal vez Cafetera, y El Tuerto, y Tremontorio, y El tío Jeromo, y Juan de la Llosa, y el mayorazgo Seturas, y el jándalo Mazorcas, y hasta el erudito Cencio, serán de mal tono en un salón aristocrático; pero vayan a consolarse con sus hermanos mayores Rinconete y Cortadillo, Lázaro de Tormes, Guzmán de Alfarache, y con los venteros, rufianes y mozos de mulas de toda nuestra antigua literatura, y con los héroes del Rastro, eternizados por don Ramón de la Cruz.