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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Con permiso de Vuecencia respondió el apoderado, mansa y respetuosamente , no es el plazo tan desahogado como convendría para una cantidad de esa consideración. En plazos más cortos has sabido facilitarme sumas mayores le replicó el marqués, en tono suave, pero con visos de exigente.
La carta que en contestación á ésta escribió la abadesa, y que entregó á Montiño y que quitó al cocinero mayor Quevedo, contenía lo siguiente: «Mi respetable tío y señor: He recibido la carta de vuecencia tan á tiempo, como que, cuando la recibí, estaba en visita con mi buena prima y con don Francisco de Quevedo.
Apenas el duque se volvió de haber acompañado á la duquesa hasta las escaleras, cuando un criado le dijo: Señor, Francisco Martínez Montiño, cocinero mayor de su majestad, solicita hablar á vuecencia. Lerma mandó que le introdujesen, y le recibió en su despacho. Volvemos á tener en escena al mísero cocinero mayor.
Sí; sí, señor; es un hombre de cuarenta y cuatro á cuarenta y seis años, aunque demuestra diez menos; ya en otra ocasión me mandó vuecencia que me informara, y yo acudí á mi compadre Diego de Auñón, que es un escribano real, que corta un cabello en el aire. A las veinticuatro horas me dijo: El tal por quien me preguntáis, ha vivido honradamente matando á obscuras por poco precio.
¿Otro consejito, Simón? ¡Dios me libre de la tentación de cometer ese nuevo pecado! Sólo que pensaba yo que en ese punto, bien cabía, sin ofensa de los respetos que debo, una indicación... Y ¿cuál es? Que sería más de sentir que el dinero perdido por Vuecencia, como socio del banquero en determinados casos, el que pudiera perder en la misma compañía, de muy distinta manera.
En lo que te he dado, Simón, la mayor prueba que puedo darte de mi absoluta confianza en la administración de mis caudales. Precisamente, señor, del deseo de corresponder dignamente a la inmerecida honra que me dispensa Vuecencia en esa prueba, nace el empeño de enterarle...
Hace algún tiempo que, con mucho sentimiento mío dijo con gran humildad don Rodrigo vemos las cosas de distinto modo. Yo veo... Vos veis menos de lo que creéis ver. Yo veo todo lo que pasa en la corte y fuera de ella, señor. Sé que vuecencia no puede anunciarme una cosa grave que yo no sepa. Voy á deciros una gravísima: ¿sabéis dónde está la reina? Miró con asombro Calderón á Lerma.
Con ligereza se escapó Juanita sin que don Andrés la tocara, y se puso en la calle de un brinco. Don Andrés la siguió. Déjeme en paz vuecencia dijo ella ; no sea pesado, no sea imprudente. Mire que puede salirle mal este juego. ¡Hola, hola! ¿Te me vienes con amenazas? No son amenazas, son advertencias amistosas, señor don Andrés.
¿Falsas? ¡eh, señora! si queréis ahora mismo por ellas doscientos doblones... ¿De veras? Tan de veras como que os los doy. No, no las vendo; quedáos con Dios. Y Esperanza volvió loca de alegría á su casa. Entretanto, el duque de Osuna decía á su mayordomo: Oye: ¿no tengo yo ninguna casa en Madrid desalquilada? Sí; sí, señor: en la calle de la Palma Alta tiene vuecencia una.
Por los pies me ha conocido el ingenio de vuecencia; es difícil que conozcan á algunos por la cabeza. Hay quien puede en pies de cabra enderezar su soberbia, porque lo que todo es aire, cualquier cosa lo sustenta. Y acabado el romance, se dejó caer el sombrero sobre la cabeza, se embozó de nuevo, y se volvió á la puerta franca. El duque se adelantó y cerró aquella puerta. Sois mi prisionero dijo.
Palabra del Dia
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