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Actualizado: 17 de mayo de 2025


La buena hada de las leyendas marchaba ante él con la varilla, de oro, haciendo brotar rosales en los bordes de su camino. Salió de la taberna con el enorme cigarro en los labios, echando humo ante él, como si las ilusiones se le escaparan por la boca, precediéndole en la marcha. El sol tibio de la tarde y el azul transparente del cielo parecían colarse en su alma.

El olfato se adiestra para atinar con los perfumes distinguidos y para no confundirlos con los que sahúman o aromatizan a la gente ordinaria; el tacto adquiere perspicacia asombrosa para reconocer y disfrutar lo suave, aterciopelado, tibio y madoroso; y el paladar, por último, deja de estar embotado por los groseros guisotes patrios, se limpia y se despeja y llega a penetrarse de cuantos deliciosos sabores dan a sus guisos los más inspirados cocineros del mundo.

Al sentir el tibio contacto de la carne del joven, aquella mano tembló levemente; mas no dejó de seguir con firmeza su tarea. ¿Buen pecho, eh? dijo él con afectado desenfado, para ocultar el embarazo que a ambos dominaba. Tampoco respondió Cecilia. No creas que es todo natural. Estos brazos y este pecho me los hice remando en el Támesis. ¿Remando? , remando.

Se oscureció la luz pura y radiante, Se apagó la suavísima armonía, Se evaporó el perfume penetrante... Todo se encierra tíbio y palpitante Bajo esa tumba fria. Descansa de tu fatiga En esa tierra enemiga, Trovador; Descansa, cual virgen pura En sus sueños de ventura Y de amor.

Y al terminar sus obras de caridad, lavadas sus hermosas manos, enjutos sus ojos de las lágrimas vertidas por males ajenos, cambiando su vestido de seda gris por otro elegante y sencillo, volvía otra vez entre la sociedad, suelto el espíritu, abierto el corazón, con la graciosa expresión de la dama discreta y sociable, animando las conversaciones, expansionando el corazón ajeno, llevándose con su serenidad las penas y sinsabores de las almas, como se lleva el viento tibio de la primavera entre sus torbellinos, las hojas secas de la noche para dejar en libertad de abrirse a los botones de las nuevas flores.

Aquí, en nuestros ricos valles de la Europa occidental, el agua corre en abundancia; las plantas bien regadas, se desarrollan con toda su belleza; las ramas de los árboles, con su corteza lisa y tierna, están rebosando savia; el aire tibio está cargado de vapores.

Debilitado por su larga permanencia en el lecho y por la sangre perdida, aspiraba el tibio ambiente de la mañana luminosa, cortado por las ráfagas que venían de la costa. Margalida, luego de contemplar a Jaime con sus ojos amorosos que aún guardaban cierta timidez, volvió al interior de la alquería para preparar el desayuno. Quedaron los dos hombres en largo silencio.

Debía pasar gran parte del año lejos de sus naranjos, pensando melancólicamente en el ambiente tibio y perfumado de los huertos, mientras se subía el cuello del gabán o se envolvía en la capa, saltando de un golpe del ardor de los caloríferos del Congreso al frío seco y cruel del invierno en las calles de Madrid. Nada notable había ocurrido para él durante aquellos ocho años.

Sobre el rumoreo de las conversaciones, vibraba alguna fina risa femenina y él volvía los ojos para reconocer a la que había reído. A la sola idea de que Adriana estaba allí, tan cerca de él, un desfallecimiento corría por todo su ser. El aire de la sala, tibio, sensual, y el deslumbramiento de las luces, contribuían para enervarle.

Los grandes ojos azules, lascivos, de la generala, se clavaban con amorosa inquietud en su amante al proferir estas palabras. Miguel despertó de la indiferencia en que yacía. Todo eso eres, cielo mío... Todo eso y mucho más contestó, apretándole con efusión las manos. ¡Si fuese cierto!... Pero no... tu amor va siendo cada día más tibio... A medida que el mío se enciende, el tuyo se apaga...

Palabra del Dia

hociquea

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