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Los lindos frescos de las bóvedas que no habían podido ser arrebatados y a los cuales inundaban de llanto las nubes del cielo, pulsadas por los temporales; el yermo santuario, cuyas puertas habían sido de plata maciza y con bajorrelieves de Berruguete; las pilas secas y cubiertas de polvo... ¡Dios mío! ¿Qué artista no suspira al verlos? ¿Qué cristiano no se estremece? ¿Qué católico no se prosterna y llora?

El Océano es voz que habla á los lejanos astros, contesta á su movimiento en su idioma grave y solemne. Habla á la tierra, á la playa, con patético acento; dialoga con sus ecos: plañidero unas veces, amenazador otras, ruge ó suspira. Y á quien se dirige, sobre todo, es al hombre.

Míster Robert suspira y sigue andando; al tocar el límite de la escalinata del templo, ve, cerca de la última columna, dos hombres que hablan en la sombra: uno es alto y grueso y está de cara a la calle; el otro lleva un levitón color de café y da la espalda.

Conque apenas León Santa María cumplió los doce años, entró de cadete en un Regimiento y se puso desde entonces derecho como un huso, serio como un sermón y grave como un entierro. Haciendo el ejercicio, y peleando como valiente muchacho en el Rosellón, fue pasando el tiempo y llegó mi tío a la edad en que el corazón canta y suspira. Rafael, Rafael dijo su tía , cuenta con lo que se habla.

En solo media hora he ganado 20.000 pesetas con mi juego de alternativa... El croupier va cantando con un acento muy francés: Siete... Cuatro... Encagnado gana et colog. ¡Qué le vamos a hacer! suspira el viejecito. Y vuelve a jugar a negro. Su cara está alegre, sonriente, satisfecha. Se ve que este hombre, tan próximo al umbral de la otra vida, lo traspasará sin temor alguno.

De pronto la bola entra en un cajetín y el croupier canta el número. Doce. Rojo. Manque. Par... ¿Lo ve usted? suspira D. Salustiano . Era indudable. No hay manera humana de ganar. Y cogiendo ocho duros en fichas, los pone a una «calle». Diez y nueve, veinte y veintiuno. Ocho duros más que voy a perder me dice . No se gana nunca. Está demostrado... En efecto. D. Salustiano pierde los ocho duros.

El sistema, como se ve, no puede ser, ni más exacto ni más sencillo. Mientras se leen nombres y números, hagamos nosotros algunas observaciones sobre las quintas en Filipinas. Alrededor del tribunal, no veréis esa multitud impaciente y anhelante, que con gran zozobra espera oir su nombre. En el hogar, ni llora la madre, ni reza la abuela, ni suspira la novia, ni calcula el padre.

Yo soy solamente el que falto, y yo estoy aquí ahora. Todos los otros que no son venidos al rendez-vous es porque son muertos y en la eternidad de la nada. ¡Ay! suspira la hermana, sin elevar los ojos, contra todas las reglas del bien suspirar . Los de aquí estamos también muertos y miramos el mundo desde la perspectiva de la eternidad. ¡Qué idea! Pero comemos todavía pasteles.

Tiene los ojos llenos de lágrimas, y en la boca unos pliegues tentadores, y dentro de la remonísima garganta suenan unos ruidos, unos ayes, unas quejas subterráneas; parece que allá dentro se lamenta el amor siempre callado y en prisiones ¡qué yo! ¡Suspira de un modo, da unos abrazos a las almohadas! ¡Y se encoge con una pereza!

Entre sus manos robustas Una guitarra se mira, Que blandamente suspira Como querella de amor, Y mientras ruge en los cables El pampero embravecido, De su guitarra al sonido Entona aquesta cancion. "Es mi goleta el cisne de este rio Que tiende el ala cuando brilla el sol: Es en el puerto libre como el viento Y en altos mares libre como yo.