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De este modo las palabras citadas forman los versos siguientes, que parecen dirigidos sólo á la Reina: Aunque amante de otro gusto Me presumáis, yo soy vuestro: El Rey suspira celoso, Porque ignora mis desvelos. No os asombre cuando sepa Don Ordoño el amor nuestro. Su poder, aunque temido, Contra el de amor es pequeño.

El nuevo estado donde el hombre ha de vivir sin temor á la muerte, gozando del sumo Bien por quien suspira, entendiendo la suprema Verdad que busca, poseyendo una justicia perfectísima, y logrando un contento y satisfaccion, puros, capaces de llenar sus bien fundados deseos, solo se alcanza por la revelacion, que nos descubre los inefables bienes y el complemento de todas las felicidades, que Dios tiene preparadas á los Justos en su Reyno.

Al rayo de la luna que cruza solitaria del infinito espacio por la region azul, yo elevo á los que fueron mi lánguida plegaria, y rompe de sus tumbas la losa funeraria el canto que suspira gimiendo mi laud.

Deteníanse a veces un instante para hacer algunas indicaciones luminosas sobre su garbo y elegancia, no como el tímido transeunte que contempla y suspira, sino como dos bajaes que entrasen en un mercado de esclavas y antes de elegir discutiesen las cualidades de cada una. A los hombres arrojábanles una rápida mirada despreciativa.

Puntualmente baja a la reja todas las noches a hablar con el enamorado, a lo que se llama pelar la pava. En cada calle de cualquier lugar de Andalucía se ven, de diez a una de la noche, sendos embozados, como cosidos a casi todas las rejas. Tal vez suspira él y exclama: ¡Qué mala es usted! Y ella responde: ¡Pues no, que usted!... Y exhala otro suspiro. Así se pasan horas y horas.

Las personas atrasadas no saben cómo debe educarse una joven moderna. Es la ignorancia, el fanatismo de la gente que habla español...» Y Nélida, que a su vez se acuerda de que tiene un padre, le acaricia las melenas con manoseos de gata amorosa y suspira agradecida: «Papá... papá...». La familia más interesante de todo el buque. Y aún falta el otro, el «guardia de corps».

Me negaré redondamente dijo. , , usted dice eso, señorita; pero ¿qué significa esa guitarra, que se oye hace ya varias noches bajo sus ventanas? ¡Vaya! ¿Vaya? ¿Y ese español de capa y botas amarillas, que se ve rondar por los alrededores y que suspira sin cesar?... Es usted un bromista dijo la señorita de Porhoet, abriendo tranquilamente su caja de rapé.

Querría bañar sus miembros en ese soplo abrasado, querría vaciar todos los cálices si hubiera dentro de ellos algo que pudiera beberse. En el molino ha cesado el trabajo un poco antes de lo acostumbrado; los mozos quieren ir a la aldea a festejar San Juan. Van a bailar, a quemar toneles de alquitrán, a hacer los locos mientras tengan fuerzas. Gertrudis suspira. ¡Quién pudiera ir también!

Muchas veces, desde aquel sitio de la muralla, oíamos las lentas campanadas del Ángelus. Al anochecer tomaba la diligencia en una plazoleta próxima y me marchaba a San Fernando con el espíritu angustiado y lleno de una extraña amargura. Algunas veces he oído referirse a una poesía de un poeta alemán, creo que de Enrique Heine, en donde un pino del Norte suspira por ser una palmera del trópico.

El Conde, sin embargo, se empeñaba en que esto se había de creer, o más bien algo más extraordinario aún. Ni el suspiro en balde quería él que se creyese. El Conde no suspiraba, porque no se suspira por lo inasequible; no anhelaba, porque no se anhela lo que no se puede alcanzar, y no deseaba, porque el deseo presupone esperanza, por remota y leve que sea.