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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Y usted padece, tiembla y se encoge, porque en la batalla se juega a Luz, que es hermosa y dulce y hasta santa, según dicen, y no se resigna usted a perder ese tesoro... Vamos a ver, ¿y qué que se pierda? ¡Señora!... Lo dicho: ¿y qué que se pierda? Es usted muy joven todavía, y por eso ignora lo que influye el punto de vista en el conocimiento de las cosas.
Ella mira al suelo, frunciendo las cejas, y su garganta se hincha y se deshincha acompasadamente. ¿En qué está pensando? le pregunto. Ella se encoge de hombros. ¿Pensar? ¿para qué pensar? responde. Estoy cansada, querría dormir. Y bien, duerma. Pero usted también. Bueno; yo también. Y, me tiendo a medias, como ella, sobre el banco de enfrente. Pero cierre los ojos me dice.
Crea usted, señor, que cuando se entra en batalla, al que más y al que menos se le encoge un poco el corazón. Es cosa de un momento. En cuanto se entra en la pelea, pasa. Este dato, que yo había oído a un oficial amigo, como era en perjuicio nuestro, imprimió gran sello de verdad a todas mis noticias. Mientras departía con él, no dejaba de observarle.
De todos modos se oponen, y hasta le amenazan con las iras del cielo si no son obedecidos en sus píos y honrados mandatos, y usted, que es buen hijo y, aunque otra cosa piensa ahora, algo temeroso de la opinión pública, se encoge y tiembla y padece, porque no tiene resolución para atropellar los obstáculos devolviendo tesón por tesón y amenaza por amenaza... ¿No es esto? Cabalmente.
Cuando el acordeón, como una isoca que se encoge, se replegó ondulante emitiendo su gorjeo final y los guitarristas rasguearon sobre las cuerdas como en un pizzicatto decreciente y sonaron los aplausos y aquel «cinturón ardiente» se corrió por la cintura como una culebra que se desliza, y Melchor se inclinó en una graciosa reverencia sobre la rubia, el hermano de ésta avanzó resueltamente y sin calcular la impresión que provocaba en todos, la tomó del brazo diciéndole que era hora de retirarse, al mismo tiempo que hacía una seña a la otra hermana sentada con Lorenzo bajo el farol de la pared del fondo.
Debo declarar, sin merecer a mi juicio el reproche de escéptico, que fundo hoy poca importancia en esta cuestión de garantías, tratados que se lleva el viento cuando hincha la vela de los intereses . Y en ese rumbo de positivismo marcha hoy el espíritu humano; los publicistas gritan, pero la Europa se encoge de hombros cuando Wolseley echa mano del Canal de Suez, y en obsequio de una operación militar interrumpe el tránsito, no a la bandera insurreccional de Arabí, sino al comercio universal.
85 Y el indio es como tortuga de duro para espichar; si lo llega a destripar ni siquiera se le encoge; luego sus tripas recoge, y se agacha a disparar. 86 Hacían el robo a su gusto y después se iban de arriba; se llevaban las cautivas, y nos contaban que a veces les descarnaban los pieses, a las pobrecitas, vivas.
Que aunque en armas y en letras es fecunda Mas que quantas provincias tiene el suelo, Su gusto en parte en tal semilla funda. Despues desta mudanza que hizo el cielo, O Venus, ó quien fuese, que no importa Guardar puntualidad como yo suelo, No veo calabaza, ó luenga ó corta, Que no imagine que es algun poeta Que alli se estrecha, encubre, encoge, acorta.
Pero a mí no se me encoge el ombligo murmuró en voz audible la duquesa, según subía las escaleras, par a par de un familiar de Su Ilustrísima, clérigo bisoño y doliente, el cual, oyendo esta expresión extraña y para él inexplicable, fué víctima de un ataque de turbación tan intenso, que tropezó en un peldaño y a poco cae de bruces.
Se encoge de hombros con expresión desdeñosa, tiende otra vez la mano a su amigo y se aleja haciendo sonar las espuelas. Tres minutos más de camino y llega al extremo de la aldea. Allá abajo está la iglesia, un poco desmoronada la pobre vieja.
Palabra del Dia
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