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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Las solteronas te hacen perder la cabeza, pobre hija mía... Vamos, despáchate. Voy a ponerme el sombrero y te espero en el salón. En diez minutos hice el milagro de estar compuesta y acicalada. La abuela, satisfecha, se dignó sonreírme con una benevolencia en la que entraba un poco de inocente admiración.

¡Ay! exclamó de pronto Francisca levantando al techo unos ojos desesperados; qué fastidioso es pasar la vida con solteronas... Veo que sigues con tan poco gusto por ese glorioso estado dijo Genoveva con compasión. Tengo tanto horror al celibato respondió Francisca, que me siento con malas disposiciones hacia las solteras... Soy capaz de todas las bajezas por atrapar un marido...

Un poco de buen sentido, Magdalena dijo la abuela. Ya me haces incurrir en cosas bastante extraordinarias sin llegar a ofrecer a nadie mi nieta... ¡Ah! qué débil es el corazón de una abuela... Por cariño a ti, me veo metida en la más tonta historia que he visto jamás... La culpa es de las solteronas... Las abomino...

Hubieras debido sospecharlo... Y te hago gracia de los germanos, pues eran unos horribles polígamos y por este mismo hecho no admitían la solterona... Y tenían mucha razón exclamó la abuela. ¿Tenían razón de ser polígamos?... ¡Ah! abuela... ¡No! dijo la abuela dando un salto, no es eso lo que digo. La poligamia hubiera debido ser siempre un caso de horca; pero, en fin, las solteronas...

Volví discretamente la cabeza para darme cuenta de lo que pasaba, y vi con terror que me había colocado justamente delante de las dos peores lenguas de Aiglemont, dos solteronas, naturalmente. Confieso que mi amor a las solteras se alía muy bien con un justo conocimiento de los defectos de algunas de ellas. Entre muchos ángeles hay algunas víboras.

La de Ribert, que esperaba una oposición obstinada de la abuela, se quedó sorprendida de nuestro éxito. Bueno dijo alegremente, aprovechemos el permiso y ocupémonos del anuncio. Aquí tenéis el que he redactado durante vuestra ausencia. «Persona seria que hace estudios sobre las solteronas, desea conocer los motivos que alejan a los hombres del matrimonio.

¡Ay! suspiró la abuela, cuánto preferiría verte reclamar un buen marido... Sabes que la mujer del coronel Dauvat me ha hablado para ti de un joven teniente que... Me escapo; abuela, me escapo... Nada de tenientes, por amor de Dios... Por ahora, vivan las solteronas... Chiquilla murmuró la abuela, encogiéndose de hombros. Mala chiquilla...

Vean, oigan esto... Un buen día, viene a verme mi hermana... Dicho sea de paso, ella hacía causa común con toda esa gentuza... Entra, pues, en mi aposento, mostrando en sus labios la sonrisita falsa que adoptan las solteronas cuando se hace alusión delante de ellas a la manera cómo vienen al mundo las criaturas. Tengo que hablarte, Jorge me dice, tosiendo afectadamente, sin mirarme.

¿Por qué? pregunté interesada por mis queridas solteronas. Porque la acción del clima influye en el desarrollo de la vida de familia y en el temperamento personal. ¿Cómo? pregunté con emoción y sorpresa. Porque las ideas más serias... una naturaleza más fría... y una gran dificultad para los cuidados materiales son las causas de esta propensión al celibato.

Así, cuando encuentro a una de esas solteronas buena, servicial, contenta con su suerte, benévola en sus juicios y caritativa en palabras y en obras, pienso siempre con satisfacción: He aquí un alma en su vía... Qué rica naturaleza...

Palabra del Dia

commiserit

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