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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Llueve, hace viento y reina un tiempo frío y obscuro. En la prisión en que la prudencia manda estarse, vuelvo a ocuparme de la cuestión de las solteronas. Esta mañana he declarado a la abuela que deseaba estudiar seriamente ese asunto tan interesante. No veo el interés respondió la abuela. Pero, abuela, en una población como ésta, el pueblo de las solteronas, como le llama Francisca, es...
Y bien, Magdalena, ¿en qué está usted? me dijo por fin, cuando recobró el aliento. Me detiene la dificultad de distinguir las solteronas voluntarias de las involuntarias... ¿Cómo es eso? En las jóvenes reconozco muy bien las diferentes categorías.
Pues imaginad ahora que llega un momento en que el demonio, las solteronas, una prima fea ó un sobrinillo amable, llevan medio recado, y se concierta una cita, y se abre á media noche cualquiera de los ventanuchos del callejón, ó se utiliza como locutorio el ojo de la llave de la puerta falsa.....
Así, por ejemplo, veo sin microscopio que si Francisca y Petra, sin contar otras amigas en el mismo caso, no llegan a casarse, serán ciertamente solteronas involuntarias, recalcitrantes del celibato. Es igualmente visible a simple vista que si Genoveva y yo no nos casamos, pasamos inmediatamente a la categoría de solteronas voluntarias.
Cada pueblo del tránsito le parecía una estación de calvario para su estómago hambriento; recordaba las aldeas por lo que había comido, o mejor dicho, por lo que había ayunado; aquí habían dado por toda comida un caldo de berzas, allá por cena una colación de verduras cocidas; y para colmo de desdichas, estaba alojado en Estella en casa de unas viejas solteronas y por la mañana le daban chocolate con agua, por la tarde cocido, y de noche una sopa de ajo infame.
Hará usted mal de juzgar por el carácter de la excepción el carácter de la masa me respondió la de Ribert. ¿Cree usted de buena fe que las solteronas tienen el monopolio de la maldad en la charla, y que sólo una de ellas puede presentar el carácter de la Bonnetable?... No respondí convencida por el razonamiento. Tiene usted razón.
Sí, abuela dije en cuanto se fue Celestina, quiero seguir a las solteronas a través de las edades. ¿Ves en ello algún inconveniente? Veo los de hacer un viaje muy fastidioso y de singularizarte de un modo ridículo. Sin embargo, antes de decir si estoy madura para el matrimonio, me gustaría saber si el celibato me tienta definitivamente...
Predica usted a una convertida dijo la abuela. Magdalena piensa como usted... Usted es para ella la ley de los profetas... Sin embargo, admitiendo que tenga usted razón, ¿todas esas bellas cosas mejorarán la situación de las solteronas?... Esa es la cuestión.
Sí... ¿Qué quiere usted que añada a mis solteronas? dije sonriendo tristemente. Un último capítulo respondió el cura con fingida alegría. Alguna cosa original. Ese capítulo respondí, está escrito... Me faltaba la solterona por decepción, y ya la tengo... Después, como cosa inédita... Permítame usted...
¡No! no creas eso; eres la más perfecta y la más querida de las abuelas... No puedes tomar a mal que yo estudie la cuestión de las solteronas. ¡Ay! en mi tiempo no había semejante cuestión. Todo lo que pedían las mujeres era un buen marido y unos hermosos hijos.
Palabra del Dia
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