Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 19 de mayo de 2025
Ay, perdón, Clementina.... Me he metido aquí sin saber lo que hacía.... ¡Soy tan desgraciada! Y las lágrimas brotaron con abundancia de sus ojos. Pero, ¿qué te ha pasado, criatura? ¡Nada, nada! replicó la niña sollozando. Hubo unos segundos de silencio. Clementina la contemplaba con lástima. Vamos dijo acercando la boca a su oído . Emilio te ha dado algún disgusto esta noche. Irenita no contestó.
No nos eche usted en olvido, don Federico dijo sollozando la buena anciana . ¡Vuelva usted! Si no vuelvo respondió este , será porque habré muerto. El duque había dispuesto que Marisalada montase apresuradamente en la mula que se le había destinado, a fin de sustraerla a tan penosa despedida.
Es este corazón, que va sangrando con la herida brutal de su delirio, mi pobre corazón, agonizando, mientras va sollozando... sollozando... al rudo golpear de su martirio. Este martirio he siempre comprimido por inquieto temor a tu repulsa, hondo martirio que, a mi ser asido, parece cual mi vida confundido y siempre al lloro y al sufrir me impulsa.
Y esto diciendo, se echó el capuchón hacia atrás, y Príncipe vio el negro cabello y los atrevidos ojos de Catalina de Corlear. No quiera usted inquirir más. Yo soy el médico, y he aquí mi receta. Y señaló a Carolina que temblorosa y sollozando se acurrucaba en un ángulo del aposento. ¡Debo tomarla inmediatamente! Pero, ¿es que su madre ha dado ya el permiso?
Doña Paulita, que ya tenía la palabra en la nariz para reprender á Clara, se conmovió al verla ulcerar, y la tranquilizó diciéndole: La Magdalena pecó y fué perdonada. Lo que ahora le falta á usted es un sincero arrepentimiento. ¿Pero de qué me he de arrepentir? dijo Clara sollozando. ¡Jesús! ¡qué tono tan del día y tan ... liberal! exclamó Salomé, creyendo decir una gracia.
En una de las escenas siguientes aparece en áspera montaña, por donde va sollozando, cuando siente que se aproxima el momento del parto, obligándola á buscar un lugar de refugio.
Sí, hija de mi alma, te quiero más que a mi vida... Perdóname. Yo también te quiero a tí... ¡A ellos no! Antes quería a madrina, pero ahora no... ¡Me ha pegado tanto! ¡Si supieras!... Me mordía, me arañaba, me arrastraba por el suelo, mandaba a Concha que me azotase con la ballena, me ataba con una cuerda como a los perros... ¡Calla, calla, que me matas! profirió Luis sollozando.
Ese hombre, eres tú me dijo exhalando en un grito inmenso toda su alma, y dejándose caer abandonada y trémula entre mis brazos. ¡Oh! qué feliz soy añadió sollozando de placer ¡Dios! ¡y tú! La memoria es un don funesto. ¡La memoria, que nos trae en la desgracia, el encendido recuerdo de la felicidad perdida! ¡Oh! ¡la memoria! ¡Si Satanás no tuviese memoria, no estaría condenado!
Allá en el fondo entre las camas de los esposos pendía un crucifijo. En uno de los paseos los ojos de don Germán tropezaron con él. Quedó inmóvil, clavado al suelo, los ojos fijos en aquella imagen sangrienta. ¿Cuánto tiempo estuvo así? ¿Una hora? ¿Un minuto? Jamás pudo él mismo saberlo. Al fin dejó escapar un suspiro, se tapó el rostro con las manos y cayó de rodillas sollozando.
Con la cabeza sepultada en la falda de su madrastra, y sollozando, se había dormido. La señora de Ponce llevó un dedo a sus labios. ¿No te dije que vendría? Dios te bendiga, Juan. Buenas noches.
Palabra del Dia
Otros Mirando