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Actualizado: 19 de junio de 2025
¡Velázquez! exclamó la joven en el colmo de la sorpresa, el dolor y la vergüenza. Se alzó de la silla y volvió á dejarse caer sollozando. Después subió á su cuarto, se echó sobre la cama y siguió suspirando largo rato.
Deme su mano... no es para poner en ella dinero, esté tranquila... Ahora... hasta la vista. La excelente mujer salió sollozando.
Al entrar don Mariano en la habitación, Martita sintió una sacudida, y levantándose de pronto arrojose en sus brazos sollozando fuertemente. Estaba salvada. Los amigos de la casa lograron a fuerza de instancias que don Mariano y Martita se retirasen a descansar unos instantes, mientras ellos se pusieron a dictar las medidas oportunas para la conducción del cadáver y funeral.
Pepita seguía llorando y sollozando sin contestar. ¡Ea! Déjate de llanto y dime lo que tienes. ¿Qué te ha dicho el vicario? Nada ha dicho que pueda ofenderme contestó al fin Pepita.
¡Pero, hombre de Dios!... No me hables, Pepe.... Me has matado con una palabra.... Déjame tranquilo.... Dios te perdone como yo te perdono.... Yo soy como un conejo a quien hiere el cazador y corre a morir a su madriguera.... No me hurgues más.... Déjame morir en paz. Este símil del conejo le hizo tal impresión después de haberlo proferido, que se dejó caer sollozando en una butaca.
Conciertan, pues, los dos quitar la vida Al pobre, que vivia sin recelo: El Juan Rodriguez dióle una herida, De que cayó el Gonzalez en el suelo. La maldita verdugo, luego asida Del triste que la pide á ella consuelo: "No es tiempo ya, le dice, perro perro." Y el mozo por la llaga mete hierro. Espira el sin ventura sollozando, Diciendo: "¿muger mia, qué os he hecho?"
Si la tomo... ahí se pudrirá en la tienda.... El Provisor les prohíbe comprar aquí... Ellos, los pobrecitos curas de aldea... ¿qué han de hacer?... ¡Infelices!... Le temen... le temen.... ¡Infame! ¡Infelices! Y don Santos se incorporó como pudo, inclinó la cabeza sobre el pecho, y lloró en silencio. Y repetía de tarde en tarde: ¡Infelices!... Celestina salió de la alcoba sollozando.
Indignado, colérico, estrujé la carta, y yo que no tuve en mis ojos una lágrima ni en los momentos de amortajar a mi tía, a quien tanto amé, a quien tanto debía yo, que tanto me quiso, que fué para mí como una madre, no pude resistir aquel nuevo dolor. Sentí que me ahogaba, y me eché a llorar como un chiquillo. ¿Qué te pasa? gritó Andrés asustado. ¡Nada! le respondí sollozando.
La zagala se postró ante la sagrada imagen de la Virgen, y sollozando, con palabras fervorosas pidió protección para ella y para Nolo: besó repetidas veces el ramo de claveles que éste le había dado y lo dejó á los pies de la Madre de los desconsolados.
Entretanto, allá en la ribera, hacia la punta de San Felipe, una muchacha, con los zapatos despedazados y echada de pechos sobre la última roca, miraba, sollozando, aquellas luces mortecinas, cada vez más pequeñas, cada vez más lejanas; y la marea, aislando poco a poco el escollo, jugaba con su manto verduzco, apagaba sus lamentos, se llevaba sus lágrimas, y le murmuraba al oído enorme y despiadada canción que reía con las espumas.
Palabra del Dia
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