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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Había enlodado en un segundo el amor más puro que hombre alguno haya sentido sobre sí, y acababa de perder con Inés la irreencontrable felicidad de poseer a quien nos ama entrañablemente. Desesperado, humillado, crucé por delante de la puerta, y la vi echada en el sofá, sollozando el alma entera sobre sus brazos. ¡Inés! ¡Perdida ya!
Despidióse el marqués, y Vergara lo acompañaba a la sala; pero al llegar a ésta, volvió la cabeza hacia una mampara que comunicaba al dormitorio de Evangelina, y al través de los cristales vióla sollozando de rodillas ante una imagen de María. Un vértigo horrible se apoderó del espíritu de don Fernando, y rápido como el tigre, se abalanzó sobre el marqués y le dió tres puñaladas por la espalda.
Después de pasar muchas horas sollozando y pidiendo fuerzas a Dios para soportar su desdicha, resolviose a implorar la caridad; pero todavía quiso el infeliz disfrazar la humillación, y decidió cantar por las calles de noche solamente. Poseía una voz regular, y conocía a la perfección el arte del canto; mas tropezó con la dificultad de no tener medio de acompañarse.
¡Oh! ¡no! ¡es mi hija! ¡no me robes mi hija, ya que me has robado mis padres! dijo la mujer sollozando. Tras estas palabras oí una lucha corta pero breve, acompañada del llanto de una criatura; la lucha de un fuerte y de un débil; luego la voz de la mujer que gritaba: ¡Mi hija, la hija de mis entrañas! ¡dame mi hija!
¡Sí, lloro! ¡lloro...!, y lloraré hasta que se me pongan los ojos malos decía sollozando con dolor cómico . Porque eres muy malo... Porque te complaces en hacerme rabiar... Si no quieres ir a Madrid, ¿por qué no lo dices de una vez...? Y no que te pasas la vida atormentándome... ¡Atormentándote, Elena! Sí, sí, atormentándome. Mira, prefiero que me arranques el bigote a que me digas eso.
Aunque niño, y sin poderme dar cuenta profunda de aquel solemne momento de mi vida, lloré amargamente abrazado de su cuello; sentí su último calor vital con un íntimo estremecimiento de dolor, estreché sus manos descarnadas, me miré en sus ojos apagados y permanecí mucho, mucho tiempo a su lado, sollozando y enjugando mis lágrimas.
¡Vea usted, vea usted! decía sollozando , vea esos hermosos ojos que le sonreían tan tiernamente, esa linda boca que le ha besado tantas veces, esos cabellos tan negros que usted desataba con sus propias manos... ¿Se acuerda de la primera vez que fue usted a la calle del Circo?
Demetria se dirigió en silencio al sitio de las herradas, tomó una y fué hacia la puerta. Pero antes de llegar se volvió, acercóse á Felicia que seguía sollozando, separó sus manos del rostro y estampó en él un largo y nuevo beso. ¿Llegaría por casualidad aquel beso al corazón? Sí, sí; no hay duda que llegó. D.ª Beatriz tuvo noticia de ello en seguida.
Corrió a casa de su prometida y le contó sollozando lo que ocurría; se confesó con ella por vez primera. La buena Fernanda unió sus lágrimas a las de él, enternecida por la suerte de la infeliz criatura y por el dolor de su amado. Larguísimo rato pasaron comentando los terribles sucesos y buscando medios de conjurar aquella ruin venganza.
No sé lo que me pasa dijo sollozando el intendente, completamente anonadado . Es un enigma que llena de espanto; yo no le dije nada; vos tampoco le hicisteis revelación alguna. ¿Cómo se explica entonces que lo sepa todo? ¿Existe en el mundo alguna otra persona que sepa nuestros secretos?
Palabra del Dia
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