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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Cuando llamó a la puerta de su suegro percibió algo que le inquietó. Tardaban en abrirle: creyó oír un gemido doloroso y llamó de nuevo con sobresalto. La criada tenía la fisonomía descompuesta y le miró con ojos extraviados. ¿Qué pasa? exclamó anhelante. Pero en aquel instante su suegra salió de uno de los cuartos y se abrazó a él sollozando.
Á la mañana siguiente, vió entrar el cura en su casa á Varmen, la que deshecha en lágrimas le refirió lo que le había pasado. No te apures, hija, le dijo, cuando hubo concluido de hablar: ésos son espumarajos del coraje, que cae cuando la razón vuelve á adquirir su imperio. ¡Padre, no le conocéis! repuso sollozando Varmen, es un desalmado. ¡No salgáis, por Dios, mañana; que os va á matar!
El gran Robinsón extendió ambos brazos al verla, exclamando: «¡Hija mía!», y la dama se dejó caer en ellos con filial abandono, sollozando fuertemente y mostrando a sus hijos, que se agarraban asustados a la falda de Miss Buteffull, siempre tiesa e impasible.
La criada había subido la escalera y, tras de algún tiempo, bajó Catalina envuelta en un mantón. ¿Eres tú? dijo sollozando. Sí, ¿qué pasa? Catalina, llorando, contó que su madre estaba muy enferma, su hermano se había ido con los carlistas y a ella querían meterla en un convento. ¿A dónde te quieren llevar? No sé, todavía no se ha decidido. Cuando lo sepas, escríbeme. Sí, no tengas cuidado.
620 Al fin de tanto lidiar, en el cuchillo lo alcé, en peso lo levanté aquel hijo del desierto; ensartado lo llevé, y allá recién lo largué cuando ya lo sentí muerto. 621 Me persiné dando gracias de haber salvado la vida; aquella pobre afligida, de rodillas en el suelo, alzó sus ojos al cielo sollozando dolorida.
Sentí que las lágrimas se detenían, y bajo ellas me respondió un momento después: Como quieras. Pero en seguida cayó sollozando sobre el sofá: ¡Pero qué te hecho! ¡qué te he hecho! ¡Nada! le respondí. Pero yo tampoco te he hecho nada a ti... Creo que estamos en el mismo caso. Estoy harto de estas cosas! Mi voz era seguramente mucho más dura que mis palabras.
Para él lo mismo era que su tía le hablase de dos casas que de cuatro mil. «Déjeme usted le dijo, casi sollozando . Estoy dejado de la mano de Dios». «Pues ya que está aquí, no se ha de marchar prosiguió doña Lupe en voz baja . La pondremos en el cuartito próximo al mío. Y basta. ¡Ay!, ¡que siempre me han de tocar a mí estos arreglos y composturas!... ¿Sabes lo que te digo?
Después de pasar muchas horas sollozando y pidiendo fuerzas a Dios para soportar su desdicha, resolviose a implorar la caridad; pero todavía quiso el infeliz disfrazar la humillación, y decidió cantar por las calles de noche solamente. Poseía una voz regular, y conocía a la perfección el arte del canto; mas tropezó con la dificultad de no tener medio de acompañarse.
Raquel, agachada bajo los golpes de Adriana, abría un medallón que llevaba al cuello con el retrato de su padre y exclamaba sollozando: "Para que papá vea lo que tú haces". Después, sobrecogida, se echaba a correr, seguida de Adriana y cubriéndose la cabeza con las manecitas abiertas. Pero Adriana ya no corría para pegarle, sino enloquecida de súbita piedad.
Apolonio mensuraba la longitud y la latitud del comedor, paseando y sollozando el «Spirto gentil», de La favorita.
Palabra del Dia
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