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Actualizado: 19 de junio de 2025


Ella, que observaba con serenidad los acontecimientos, sintió de pronto llenarse su corazón de tal angustia, que se desplomó sobre un sillón, sollozando. El señor Aubry pasó muy agitado la noche, y el día siguiente no fue mejor. El médico, sin pronunciarse de un modo categórico, recomendó el reposo absoluto.

No le olvides tampoco a Marquesch; es viejo, pero ha cumplido. No, no le olvidaré dijo Martín sollozando. Ahora prosiguió Tellagorri te voy a decir una cosa y es que antes de poco habrá guerra. eres valiente, Martín, no tendrás miedo de las balas. Vete a la guerra, pero no vayas de soldado. Ni con los blancos, ni con los negros. ¡Al comercio, Martín! ¡Al comercio!

Mirola con sorpresa, que se convirtió en estupefacción al ver que la dama avanzó con resolución hasta él, y sin decir palabra se dejó caer de rodillas a sus pies sollozando. ¡Señora... por Dios... levántese usted! dijo aturdido. La dama no se movió. Señora, levántese usted repitió de nuevo cogiéndola suavemente por un brazo.

Era su día, era el día de la gran batalla, y componía las arrugas de la frente y la expresión de su mirada lo mismo que un general cuando suena la hora del ataque. No obstante, de vez en cuando dirigía miradas de sobresalto a uno de los rincones del gabinete. En aquel rincón, sentada, con las manos en el rostro, estaba su hermana sollozando.

¡Ay, señor! me respondió sollozando ; aunque no lo hubiera estau entoncis, que bien lo estuve, ¡he tenío tantos motivos pa estarlu dimpués acá! Corriente añadí . Pero ¿de dónde venía... y para qué... y por qué?

Tambien los viejos claman, suspirando, Los mozos allí miran hácia el cielo, Las damas y doncellas lamentando, Cubrian con sus lágrimas el suelo: Los tiernos machachuelos sollozando, Publican su dolor y desconsuelo, Por esto fué Candish desbaratado: Que el justo nunca fué desamparado.

, niño mío, parece que llueve dijo la Nela sollozando. No, es que lloras. Pues has de saber que me lo decía el corazón. eres la misma bondad; tu alma y la mía están unidas por un lazo misterioso y divino: no se pueden separar, ¿verdad? Son dos partes de una misma cosa, ¿verdad? Verdad.

Así estuvo un rato con los brazos extendidos y la frente inclinada, sollozando y regando el suelo con sus lágrimas. Por fin el doctor le tomó la mano y le obligó a levantarse. Levanta, Amaury le dijo. No tienes la culpa, sino la Naturaleza que hace que el amor sea una atracción que da a unos la vida y un contacto que a otros les causa la muerte.

Sin que lo viese ella, que tenía escondida la cabeza entre las manos, levantó los brazos y llevó los puños crispados a los ojos. Dio dos vueltas por el gabinete. Volvió a paso largo al lado de la Regenta que seguía de rodillas, sollozando y ahogando el llanto para que no sonase. Ahora, Ana, ahora es mejor... aquí... aún hay tiempo.... Aquí no, no.... Ya es hora... va usted a llegar tarde....

¿Qué sucede aquí? yo necesito saberlo todo, tengo derecho... creo que tengo derecho.... Ana cayó de rodillas a los pies de su hermano mayor, y sollozando pudo decir: , todo, todo lo sabrá usted... pero aquí no, en la Iglesia.... Mañana... temprano.... ¡No, no, esta tarde!... El Magistral se puso de pie.

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