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Formaban el jardín tres o cuatro mezquinos recuadros de flores vulgares, las enredaderas enroscadas a la verja, y varias acacias, cuyas fornidas ramas ocultando casi por completo los balcones, oponían a la curiosidad una cortina impenetrable. Las persianas estaban continuamente caídas y las vidrieras se abrían rara vez, sin que nunca sonase dentro cantar de criada ni piano de señora.

Finalmente á fuerza de perseverancia y armado de una firme voluntad, pude vencer poco á poco las dificultades, y estos viages de exploracion, hechos á mi costa, y reiterados en todos los puntos de Francia, en Saboya, en Suisa, en Alemania y en Bélgica, me han permitido el poder fijar mi juicio sobre una multitud de cuestiones, concernientes á la mejora de los paises que yo habia recorrido, y principalmente de Bolivia, á la que sobre todo deseaba ser útil, sin que ella soñase en la tarea penosa que me habia yo impuesto en su favor.

Este Belarmino había sido republicano frenético y orador demagógico. Después de su ruina, se apaciguó del todo. Cuando yo iba por su cuchitril, estaba siempre con expresión seráfica, como si soñase. No le sacaca de su placidez bendita ni su mujer, que era un basilisco. Decíase en la ciudad que los Padres dominicos le habían socaliñado y convertido. Socaliñado, quizá. Convertido, quia.

Acicalado, perfumado y siempre de veinticinco alfileres, aunque bizarro militar, tenía más trazas de Cupido que de Marte. No creo que tuviese ilusiones, ni que soñase, como su amigo el doctor. Don Jaime iba al grano. Buen mozo, audaz y discreto, había tenido ya varios éxitos ruidosos con damas elegantes, y tres o cuatro desafíos, en los que siempre había quedado vencedor.

Eran atlots que se aucaban en la obscuridad, guiándose por el sonido de sus gritos tal vez para reconocerse y reunirse, tal vez para pelear, siendo el grito un llamamiento de desafío. Era probable que tras el aucamiento sonase una detonación. ¡Cosas de jóvenes y de la noche!... ¡Adelante! Con los de casa no iba nada.

Sin que lo viese ella, que tenía escondida la cabeza entre las manos, levantó los brazos y llevó los puños crispados a los ojos. Dio dos vueltas por el gabinete. Volvió a paso largo al lado de la Regenta que seguía de rodillas, sollozando y ahogando el llanto para que no sonase. Ahora, Ana, ahora es mejor... aquí... aún hay tiempo.... Aquí no, no.... Ya es hora... va usted a llegar tarde....

Era un horrible disparate lo que estaban proyectando: casi un asesinato. Tal vez cayese redondo antes de que sonase el primer tiro. Le habían hecho una operación audaz en el cráneo; vivía milagrosamente, podía morir de un modo fulminante á la menor emoción. Y don Marcos tuvo una respuesta heroica, digna de él. Doctor, para un hombre de éstos, batirse no es una emoción.

Castro quedó con los ojos vagos, como si soñase despierto. Vió en su imaginación los jardines de Villa-Sirena dulcemente iluminados, envueltos en un halo lácteo que se desplomaba sobre las invisibles olas lo mismo que un reflejo lunar.

La noche era calurosa, y ellos, habituados al encierro y el silencio de las Claverías, sentían la alegría de la libertad permaneciendo en aquel balcón, con Toledo a sus pies y la inmensidad del espacio ante sus ojos. Sagrario, que no había salido del claustro alto desde que volvió a la casa paterna, contemplaba el cielo con admiración. ¡Cuántas estrellas! murmuró, como si soñase.

No había personaje de paso en París, viajero polar ó cantante famoso que escapase sin ser exhibido en el comedor de Lacour. El hijo de Desnoyers en el que apenas se había fijado hasta entonces le inspiró una simpatía repentina. El senador era un hombre moderno, y no clasificaba la gloria ni distinguía las reputaciones. Le bastaba que un apellido sonase, para aceptarlo con entusiasmo.