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Arrojose Lisarda a los pies de mi padre y confesó su delito, pidiéndole con lágrimas y desmayos la perdonase, y viese que el amor que la había cogido por don Baltasar de Peralta, al engaño la había llevado de hacerle creer, recibiéndole siempre a oscuras, que no era ella, sino su señora quien le recibía.

»Adivinando yo su intención, en cuanto comenzó a hablar, la miré fijamente clavando mis ojos en los suyos, que acabaron por bajar su mirada, mientras su rostro se teñía de vivo carmín. Cuando volvió a alzar la vista, arrojose llorando en mis brazos y yo la estreché contra mi pecho. » ¡Tío! ¡tío! exclamó con voz ahogada por los sollozos. No tengo yo la culpa, se lo juro.

Pues que, ¿todo eso no estaba diciendo que me amaba? ¡Vamos, que usted misma estaba persuadida y todo eso no era más que mentiras y fría coquetería!... Y es que entonces, a pesar de mi escasa fortuna, para ella que no tenía nada, era yo un partido... pero el día en que un pretendiente más rico se le presentó, arrojóse en sus brazos sin mirar que me partía el corazón.

Arrojóse de un salto fuera del lecho y corrió al balcón para examinar con mejor luz todavía la extraña carta y el misterioso sello. No había duda: si no era el mismo, era igual a uno de los que había arrancado él en París, en el Grand Hôtel, de los cartapacios que en la logia de Milán le habían entregado... ¿Qué significaba, pues, aquello?... ¿Era una broma? ¿Un aviso? ¿Una amenaza?

Arrojose sobre doña Guiomar pretendiendo socorrerla, y halló que ya los turbios ojos volvía, y vio que en aquella su última mirada amor le decía, y amor que era tal, que no parecía sino que los cielos se mostraban en la moribunda mirada de aquella infelice.

Llegaron al turbado Cervantes las voces de ¡téngase al rey! ¡dense a la justicia! y pavor entrole, no de ser muerto, sino de ser allí encontrado y preso, y, cargado de cadenas, como criminal y mal hombre tratado; y así fue, que recobrando en un punto todo su valor sereno, a la ventana que en el aposento había fuese, abriola y arrojose a la calle, no huyendo de la muerte y del peligro, sino de la deshonra; que bien hubiera podido creer la justicia, si junto a aquellos dos cuerpos muertos le hubiera encontrado, que él los había matado, por celos al uno en riña, y asesinada la otra.

Lo cual visto por don Quijote, dejó las blandas plumas, y, no nada perezoso, se vistió su acamuzado vestido y se calzó sus botas de camino, por encubrir la desgracia de sus medias; arrojóse encima su mantón de escarlata y púsose en la cabeza una montera de terciopelo verde, guarnecida de pasamanos de plata; colgó el tahelí de sus hombros con su buena y tajadora espada, asió un gran rosario que consigo contino traía, y con gran prosopopeya y contoneo salió a la antesala, donde el duque y la duquesa estaban ya vestidos y como esperándole; y, al pasar por una galería, estaban aposta esperándole Altisidora y la otra doncella su amiga, y, así como Altisidora vio a don Quijote, fingió desmayarse, y su amiga la recogió en sus faldas, y con gran presteza la iba a desabrochar el pecho.

Sin reparar lo que hacía, arrojóse Julián hacia el grupo, llamando al marqués con grandes voces: ¡Señor don Pedro..., señor don Pedro!

A cuyo claro y singular renombre Se postran quantos puertos el mar baña, Descubre el sol, y ha navegado el hombre. Arrojose mi vista á la campaña Rasa del mar, que truxo á mi memoria Del heroyco Don Juan la heroyca hazaña. Donde con alta de soldados gloria, Y con proprio valor y airado pecho Tuve, aunque humilde, parte en la vitoria.

Vuesa merced agregó no tendrá con esto más trabajo que reunir sus pergaminos para la probanza de limpieza, e será como probar la lumbre del sol. Expresó Ramiro su reconocimiento y, con los ojos como deslumbrados, estrechó en las suyas aquella mano generosa. Apenas el cortesano se hubo alejado por la galería, doña Guiomar arrojose a los pies de Ramiro, abrazándose a sus rodillas.