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Un cordón interminable de damas y caballeros, vestidos con suma elegancia, entra y sale, pasando por entre las mesas dispuestas en el amplio y largo pórtico del hotel. Alrededor de cada mesa se reúnen grupos que contemplan los incidentes del paseo, mientras toman los refrescos.

En el centro del pabellón había una mesa y sobre la mesa estaban preparados algunos refrescos. Instalémonos aquí dijo Camila acercándose a la mesa. Aquí estaremos bien y, como creo que ha de tener usted mucho calor, voy a prepararle un jarabe de frambuesas.

Con estas palabras y otras tales entretenían al Bajá, que en ninguna manera se quería entretener más allí, porque los cristianos desharían su armada, y estaba á gran peligro; y si como entonces se entendía de los mismos renegados, si 25 ó 30 galeras de cristianos bien en orden parecían, no solamente bastaban á dar socorro al fuerte, mas cobraban todo lo que se había perdido, con mucha honra, y desto tenía gran temor el Bajá, por tener toda su gente en tierra, así los soldados como la chusma, y así sus galeras como las que tomaron á los cristianos estaban todas desarmadas, que no tenían 50 hombres por galera, y tenían los remos y timones en la mar, temiendo que los esclavos cristianos se alzasen con las galeras, y así los cristianos perdieron en esto una gran ocasión, que á lo menos debían parecer y hacer muestra que eran vivos, que tocando solamente una arma en la mar, bastaba para hacer embarcar el Bajá con todos sus turcos, sin esperar más, y por lo menos el fuerte era socorrido y quedaba libre, porque los cristianos podían salir fuera á tomar agua y otros refrescos, y á deshacer las trincheras y reparos de los turcos.

Detenía repentinamente su lengua, con una expresión de inquietud en el rostro. Miraba indeciso en torno de él, como si temiese que fuera á abrirse un precipicio ante sus pies. No olvidaba nunca los respetos debidos á todo visitante de sus dominios, y preparó dos «refrescos». Por primera vez iba á obsequiar á Esteban en esta vuelta de viaje.

D. Jacinto estuvo para morirse con lo vómitos que le ocasionó la cólera del desaire, y D. Juan salió de la villa para su ingenio á toda prisa, dejando prevenido en su casa, que ninguno de sus clientes saliese á las corridas de toros, que regularmente celebran los nuevos Alcaldes para festejar al público, ni que á estos se les prestase cosa alguna que pidiesen para los refrescos acostumbrados.

Todos cantaban y hablaban, comían dulces, bebían refrescos olorosos, bailaban con mucha elegancia y honestidad al compás de una música de violines, con los violinistas vestidos de seda azul, y su ramito de violeta en el ojal de la casaca.

La venida al mundo de un Febrer era un acontecimiento del que se hablaba en toda la ciudad. La gran dama parturienta permanecía recluida en su palacio cuarenta días, y en todo este tiempo las puertas estaban abiertas, el zaguán lleno de carrozas, la servidumbre formada en la antecámara, los salones llenos de visitas, las mesas cubiertas de dulces, bizcochos y refrescos.

Eso es, mi querida señora dijo el doctor, que se llama, según creo, Desmarets; no hablemos más de eso; beba refrescos, que la calmarán. ¡Nada, nada me calmará, doctor, sino la muerte! ¡Pues bien, señora, cuando guste! replicó resueltamente el doctor.

Diantre! si se hace esperar! Si así se portara el Recaudador!... Que nos sirvan refrescos miéntras viene! gritaba otro mas atolondrado. Y si no viene? Será mas largo el refresco. ; comeremos mas! El emperador pagará todo! Viva el emperador! Mas adelante, al ver que llegaba nuestro tren, un paisano poco erudito en geografía y otras cosas, gritó con todos sus pulmones: Bravo! viva el emperador!

El viejo lo derramaba con mano pródiga. «Bebed, muchachos; en vuestra tierra no tenéis de esto...» Otras veces confeccionaba sus famosos «refrescos», sonriendo con una satisfacción de artista al ver el mohín de voluptuosidad que alteraba los rostros. ¿Cuándo habéis bebido nada semejante? decía con orgullo . ¿Qué sería de vosotros sin el tío Caragòl?...