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Actualizado: 1 de julio de 2025


No hay concha que pueda comparársele, y mucho menos las obras de la humana industria. Es el esquino la última palabra de los seres circulares y radiantes: él representa su triunfo, su más completo desarrollo. Pocas variantes tiene el círculo; es la forma absoluta. En el globo del esquino, tan sencillo á la par que complicado, alcanza una perfección que termina el primer mundo.

Estaban las cubanitas triunfantes y radiantes porque se iban a París a hacer sus compras de invierno, y de allí a lucirlas en los primeros saraos madrileños y en el Retiro, y hablaban con el ceceo y melindre de los días de victoria.

Yo en tanto, acordándome de D. Quijote, contemplaba el cielo, en cuyo sombrío fondo las pardas y desgarradas nubes, tan pronto negras como radiantes de luz, dibujaban mil figuras de colosal tamaño, con esa expresión que, sin dejar de ser cercana a la caricatura, tiene no qué sello de solemne y pavorosa grandeza.

Hombre, me alegro mucho exclamó Camba ; tengo una cita galante con una bailarina, con la... y pronunció uno de esos nombres radiantes, cascabeleros, armados de voluptuosidad, que, desde los carteles teatrales, hacen latir violentamente a los corazones de veinte años . Estaba muy triste, porque no podía ir por el estado ruinoso de mi deshabillé. Pero has venido a salvarme.

Pero Flavia, que no se avergonzaba de su amor, radiantes los ojos y ruborizado el rostro, tendió su mano a Sarto. Nada dijo, pero a nadie que haya visto a una mujer en la exaltación producida por el amor, podía ocultársele lo que aquel ademán significaba.

Recordó el caso triste que diera origen a la capilla de Santa Felicitas y todo un profundo pasado parecía asomarse desde la región del olvido, varias generaciones cuyos individuos se habían ido extinguiendo, con las ideas, los sentimientos y las costumbres sencillas de una época muerta; salones radiantes, grandes espejos de consolas doradas, furtivos mensajes de amor jamás develados, música de serenatas despertando la calle en el patriarcal silencio del barrio dormido.

Las cumbres, que se alzaban en el aire a millares de codos, estaban cubiertas de hielo perpetuo y de cándida nieve, que heridos por los rayos del sol, vertían destellos radiantes y hacían más bella la templada y apacible llanura en que se hallaba el palacio, bañándolo todo, a la hora del crepúsculo, en mágicos reflejos.

Hubo algunos instantes de silencio, durante los cuales todos los ángeles del cielo desfilaron por la salita que bañaba el sol de la mañana, posando sus ojos radiantes de alegría en aquel grupo interesante. Mas he aquí que Martita separa un poco el rostro de su padre, y sonriendo al través del llanto pregunta cándidamente a su amado: ¿Comerás hoy con nosotros, Ricardo?

Si los tiempos divinos en que las almas jóvenes daban modelos para los dialoguistas radiantes de Platón sólo fueron posibles en una breve primavera del mundo; si es fuerza «no pensar en los dioses», como aconseja la Forquias del segundo «Fausto» al coro de cautivas, ¿no nos será lícito, a lo menos, soñar con la aparición de generaciones humanas que devuelvan a la vida un sentido ideal, un grande entusiasmo; en las que sea un poder el sentimiento; en las que una vigorosa resurrección de las energías de la voluntad ahuyente, con heroico clamor, del fondo de las almas, todas las cobardías morales que se nutren a los pechos de la decepción y de la duda? ¿Será de nuevo la juventud una realidad de la vida colectiva, como lo es de la vida individual?

Y al mismo tiempo le aplicó en el brazo un soberano pellizco. Jacinto lo recibió con más gusto que si todos aquellos ángeles y serafines que veía cruzar radiantes le hubiesen besado en la mejilla. Pero aún estuvo algunos momentos sin poder articular una palabra. Al fin se les desató á ambos la lengua. Ella, vencida ya aquella vergüenza que la obligaba á parecer desdeñosa, mostró en seguida la travesura y alegría de su genio.

Palabra del Dia

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