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Actualizado: 11 de junio de 2025


A aquella hora la iglesia estaba casi siempre como hechizada de quietud y de silencio. El solo rumor de un escaño que removía el sacristán, provocaba un eco prolongado y enorme. Una sombra terrosa y centenaria dormía al pie de los altares, entre las columnas, sobre las lápidas.

Cabe anchurosa playa de fina y suave arena, y al pié de una montaña cubierta de verdor, planté mi choza humilde bajo arboleda amena, buscando de los bosques en la quietud serena reposo a mi cerebro, silencio a mi dolor.

I. Así estos míseros, por huir de su conciencia que contínua e importuna los acusaba y acosaba, quisieron hacer fuga del Reino, esperando hallar en países libres la quietud que en éste no hallaban, sin quererse dar por entendidos de que adonde quiera que fuesen se llevarían a mismos.

Viendo Alvar Nuñez el motin y nuestra indignacion, dió libertad al capitan, y nos restituyó lo que habia tomado; procurando con buenas palabras templar nuestros ánimos y conciliar la paz. Conseguida la quietud de la gente, mandó el Adelantado á Hernando de Rivera le refiriese lo que habia visto en su viage: qué era aquella provincia, y por qué habiamos tardado tanto?

Estaba, pues, como se ha dicho, de pies sobre Rocinante, metido todo el brazo por el agujero y atado de la muñeca, y al cerrojo de la puerta, con grandísimo temor y cuidado, que si Rocinante se desviaba a un cabo o a otro, había de quedar colgado del brazo; y así, no osaba hacer movimiento alguno, puesto que de la paciencia y quietud de Rocinante bien se podía esperar que estaría sin moverse un siglo entero.

Carmen descansaba en regalada quietud, tal vez soñando con el Dios bienhechor y piadoso de las almas buenas, y Salvador, inflamado de anhelos, saboreaba la inmensa felicidad de luchar y de sufrir con la esperanza en los brazos.

El santo amor castisimos amores, La dulce paz su quietud sabrosa, La guerra amarga todos sus rigores. Mostrabasele clara la espaciosa Via, por donde el sol hace contino Su natural carrera y la forzosa. La inclinacion, ó fuerza del destino, Y de qué estrellas consta y se compone, Y como influye este planeta ó sino.

Adalberto, ¿no tienes noticias de Roberto? preguntó con voz ruda y metálica, que debía penetrar hasta en los menores rincones de la casa. La pregunta pareció desagradar al anciano, quien movió la cabeza como si hubiera querido rechazarla lejos; ella turbaba su quietud matinal. Un hijo muy afectuoso, hay que confesarlo continuó ella, y su amarga sonrisa se acentuó aún más.

Jamás había creído la señora de Moscoso que vería hilar más que en las novelas o en los cuentos, a no ser a las aldeanas, y le produjo singular efecto el espectáculo de aquellas dos estatuas bizantinas, que tales parecían por su quietud y los rígidos pliegues de su ropa, manejando el huso y la rueca, y suspendiendo a un mismo tiempo la labor cuando ella entró.

11 y que procuréis tener quietud, y hacer vuestros negocios, y que obréis con vuestras manos de la manera que os hemos mandado; 12 y que andéis honestamente para con los extraños, y que nada de ninguno deseéis. 13 Tampoco, hermanos, queremos que ignoréis acerca de los que duermen. Que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.

Palabra del Dia

rigoleto

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