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Actualizado: 13 de julio de 2025
Fue sin duda aquello de soy ángel, y luego inclinó la cabeza como quien se va a dormir. El sacerdote la miró más de cerca, y en alta voz dijo: «Maestra, maestra, venga usted». Entró Guillermina y ambos la observaron. «Creo dijo Nones que ha concluido. No ha podido confesar... Cabeza trastornada... ¡Pobrecita! Dice que es ángel... Dios lo verá...».
¿Se ha fijado usted? dijo a Ojeda algunos pasos más allá . Es el hermano, el centauro de la Pampa, que ha venido a esperarlos; el vengador que amenaza a su hermana con desfigurarle el rostro... La pobrecita está desde esta tarde con un susto mortal. Un radiograma les hizo saber que el bárbaro los esperaba en Montevideo, y en seguida me rogó que no me acercase a ella. Veremos en qué para esto.
Yo sé lo que es decía la vieja tristemente . La pobrecita Carmen no tié sosiego. Hay que ver a esa criatura mientras Juan anda por el mundo. Durante el invierno, en la temporada de descanso, cuando el torero estaba en casa o iba al campo a tientas de becerros y cacerías, todo marchaba bien. Carmen mostrábase contenta sabiendo que su marido no corría peligro.
Y rompió la pobrecita a parlar a borbotones, a saltos, sin precisa ilación coherente, entrecortarlas las palabras por la congoja y los sollozos. De usted y de su nieto me dijo cosas tan honrosas y justas como ustedes se merecen. Me habló luego del alma, del corazón, de la vida, de la dirección de sus sentimientos, del matrimonio.
Y el señor López, insultado por todo un público, deseaba comunicar a alguien su indignación, aunque fuese a los guardias. No tengo más familia que esa. Comprendan mi situación. Se crió en mis brazos: la pobrecita no conoció a su madre. Sacó voz; dijo que quería ser tiple o morir, y aquí tienen ustedes al bonachón de su padre decidido a que fuese una celebridad o a morir con ella.
Ayer... ¡qué pena!... no me conoció... ¡Tanto tiempo sin verme!... me tenía miedo... ¡pobrecita de mi alma!... miedo, así como se dice... Ni que su madre fuera el coco... En esto oyeron pasos, y miraron todas a la puerta. Era doña Guillermina, que entró, como siempre, muy apresurada, encendidas las mejillas, con su perdurable mantón oscuro, sus zapatones, su falda de merino.
«Pues sí; desde este suceso, la pobrecita, con los pocos cuartos que pudo salvar y la escasa ropa..., en fin, tomó un cuarto en la calle de Pelayo, número 93, piso cuarto, puerta número 6, y allí ha estado un mes retirada del mundo sin tratarse con nadie más que conmigo..., pero honradamente, Sr. D. Augusto, honradamente. Yo le juro a usted por lo más sagrado...».
Sentía Julián cosquilleo y agujetas en los muslos, frío en los huesos y pesadez en la cabeza. Dos o tres veces miró hacia su cama, y otras tantas el recuerdo de la pobrecita, que sufría allá abajo, le detuvo. Dábale vergüenza ceder a la tentación. Mas sus ojos se cerraban, su cabeza, ebria de sueño, caía sobre el pecho. Se tendió vestido, prometiéndose despabilarse al punto.
Lord Gray dijo Asunción me juró que al día siguiente abrazaría el catolicismo. Y que se casaría contigo, ¡pobrecita! dijo con benevolencia la marquesa. Lo de siempre... historia vieja balbuceó Calomarde a mi oído. Señores dijo Villavicencio retirémonos. Estamos aumentando con nuestra presencia la confusión de esta desgraciada niña.
No hubo champagne, porque ni el Barón ni yo gustamos de ese vino, con algún pesar de Madame Duval, que gusta de él más que de nada. Mi pobrecita hija Lucía, que apenas contaba entonces siete años, inocente como un ángel, luminosa, bella y serena como el lucero del alba, fue la cuarta persona que estuvo en la mesa y comió con nosotros.
Palabra del Dia
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