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Discreta amiga mía repuso él con vehemencia . Usted me juzgue mal. ¿Impedirá usted que me despida de ella? Dos palabras nada más. ¿Saben que me voy esta noche? ¿Es de veras? Tan cierto como que nos alumbra el sol... ¡Pobrecita Asunción!... También ella se alegrará de verme... Vamos, no salgo de aquí sin decirle adiós... Francamente, milord indicó Amaranta . No creo en su partida.

Te ofrecerá la libertad, la declaración de tu inocencia, y ainda mais, una gratificación, un socorro. Pobrecita, has sido víctima de un grande y tremendo engaño. Broma más pesada no se ha dado ni se dará. Quién fue el autor de ella, lo sabrás... Pero qué, ¿te has vuelto muda? ¿Eres de piedra? ¿A dónde miras? ¿Estas gozando de alguna visión? ¿Estás en éxtasis?».

¡Ah! dijo Pablo mi tío me dijo que Florentina había recogido una pobre.... ¡Qué admirable bondad!... Y , infeliz muchacha, alégrate, has caído en manos de un ángel.... ¿Estás enferma? En mi casa no te faltará nada.... Mi prima es la imagen más hermosa de Dios.... Esta pobrecita está muy mala, ¿no es verdad, doctor? dijo Golfín , le conviene estar sola y no oír hablar. Pues me voy.

¡Qué pobrecita! ¿Pobrecita por qué? ¿Por qué? por esos extremos... por esos estímulos que necesita.... ¿Y eso qué importa? Su temperamento exige todo eso.... ¿De modo que usted cree que ayer era devota, exageradamente devota porque... tal vez había quien influía en su espíritu en cierto sentido?... Justo. Es muy probable.

En mis barrios, en mi casa, sin ir más lejos, conozco yo una muchacha que paece un ángel, y allí se está como flor en cerro, que ni la huelen ni la cogen... hasta que pase el burro y se la coma...; es decir, cualquiera. Guapa, ¿eh? ¿Alguna modista o peinadora? Por ahí, por ahí; pero monísima. Esbelta, graciosa... y cara de buena. Vive sola, en el tercero interior, y debe de ser muy pobrecita.

Ya me la imagino, desaseada, inmunda. Señora Francisca ya no está para fiestas, y mi deber, mi obligación es estar allá, con el santo anciano que tanto necesita de quien le vea y le mime. Bueno, es cierto, hago falta allá... pero... aquí ¿quién cuidará de tu tia? ¿Doña Pepita? La pobrecita ya no puede.... Sólo de pensar en eso me apeno y me aflijo.

La pobrecita tendría una gran pena dijo Salvador. ¿Se moriría de pena? preguntó Cordero con ingenuidad pueril. Tanto como morirse.... No se moriría, no.... ¡pero qué desamparada, qué sola se quedaría en el mundo! ¿Quién comprendería su mérito? ¿quién le tendería una mano?

La muchacha siguió avanzando sin intimidarla los gruñidos amenazadores del perro. ¿Qué tienes, pobrecita? le preguntó Juanito. ¡Ah, señorito, qué desgracia tan grande para ! exclamó la mendiga con los ojos arrasados en lágrimas.

Doña Gertrudis se hallaba padeciendo un ataque fortísimo, del cual se temió que no saliese. Volvió en , pero fue para caer en seguida en otro. ¡Qué noche tan angustiosa! Don Máximo y la señora de Ciudad se quedaron con la pobrecita Marta para velar a la enferma. Ricardo tampoco quiso dejar la casa.

Deseaba la muerte, la llamaba... ¡Ah, pobrecilla!... ¡Ah, señores!... Y me mandó afuera, me mandó... para estar libre... ¡para que no se lo leyese en la cara! ¡Ah, si hubiera estado junto a ella!... ¡Cuántas veces, pobrecita, cuántas veces, rogó a Dios que la hiciera morir!... ¡Y se ha matado!... repetía con voz aún más afligida, como si hasta ese momento hubiera podido dudar y esperar, y de repente recibiera la confirmación indudable de semejante desgracia. ¡Se ha matado!... ¡Está muerta! ¡Señor! ¡Señor!...