United States or Lebanon ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ya me la imagino, desaseada, inmunda. Señora Francisca ya no está para fiestas, y mi deber, mi obligación es estar allá, con el santo anciano que tanto necesita de quien le vea y le mime. Bueno, es cierto, hago falta allá... pero... aquí ¿quién cuidará de tu tia? ¿Doña Pepita? La pobrecita ya no puede.... Sólo de pensar en eso me apeno y me aflijo.

No vaya usted á imaginarse... La Torrebianca sonreía irónicamente, como si no creyese en sus protestas, y acabó por decir, con una frialdad que apenó al joven: Vaya usted á saludarla, para que no nos moleste más con su vigilancia, y venga luego á juntarse conmigo.

Contenía unas cuantas palabras de felicitación bastante secas, y me anunciaba que Lotario aplazaría su regreso hasta después de mi casamiento; le sería muy penoso encontrarse tan cerca de y no poder estar a mi lado ese gran día. Esto, señores, me apenó; porque yo lo amaba de veras, al muy bandido. , ... y mi novia también me tenía inquieto. Seriamente inquieto, señores.

Godfrey no respondió y evitó el mirar a Nancy con fijeza; porque bien que aquellos personalismos elogiosos fueran considerados como de muy buen gusto en la vieja sociedad de Raveloe, el amor reverente tiene una urbanidad particular que enseña a los hombres cuya instrucción es defectuosa bajo otros respectos. Pero al squire lo apenó que su hijo se mostrara un festejante tan infeliz.

Pero es lo cierto que don Román me quiso siempre como a un hijo; que me trató con suma benevolencia; que pocas veces sintieron mis manos los golpes de su férula, y que el buen anciano, no obstante su pobreza, me dio lecciones durante dos años, sin exigir de mis tías extipendio alguno. Me apenó ver a mi maestro tan triste y abatido, cuando estaba tan cerca del sepulcro.

Claro está que al imaginarlo no se apenó como si se tratara de una hija suya; pero se disgustó y, sobre todo, aprovechó la ocasión para acrecentar con justa causa su odio hacia don Juan; casi alegrándose por tener motivo que atizara su deseo de venganza. Consideró a Cristeta seducida, abandonada, y le dio lástima; mas el sentimiento que le dominó fue el rencor.

«Pero, ¿verdad, Rodolfo mío, que me amas, que me adoras, que sólo vives para ? ¿No es cierto que me apeno sin motivo y que no tengo razón para estar celosa? Y aun cuando quieras a Gabriela o a cualquiera otra, ¡qué me importa! ¡Te amo, y con eso me basta!

Sólo la muerte puede librarme: yo debería esperarla, porque no tardará; pero el mal no espera, no. »Si la apeno, perdóneme usted. Piense usted que no tengo a nadie más en el mundo a quien decir estas cosas en esta hora extrema. Todavía quisiera dirigir a usted otro ruego: acepte usted mis memorias, que dejo para usted. Estoy segura de que las conservará usted con el amor que siempre me ha tenido.