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Actualizado: 13 de julio de 2025
Confiesa que dormías a pierna suelta y muy a gusto lejos de tu pobrecita Elena. Que dormía, sí, lo confieso; pero niego que durmiera a gusto. Mientras el sueño no me rindió tu imagen no se apartó de mi pensamiento.
Las del Colegio de Doncellas Nobles la apodaban por envidia «la sacristana de la catedral»; pero ella, la pobrecita, sólo vivía para su cadete, y parecía querer bebérselo con sus ojazos azules. El bestia de tu hermano lo dejaba entrar en su casa, muy orgulloso del honor que hacía a la familia.
Es preciso evitar a toda costa que Ana sepa que yo, en momento de ceguera intelectual y sensual fuí capaz de solicitar los favores de esa scortum, como las llama don Saturnino. Pero ¿por qué ha de saber Ana eso? Si, después de todo, no hay nada que saber.... Sí; lo que hay basta para clavarle un puñal a la pobrecita.
Sí, sí; me hago cargo... La pobrecita está bien desfigurada. El otro día la he visto con su madre en la calle del Carmen. No ha sido precisamente eso lo que me ha detenido. Tiene mucha razón; la hermosura es cosa pasajera... Pero no le convenía por la posición. Usted merece una chica rica... Tampoco es eso se apresuró a decir Llot.
¡Pobrecita! es un ángel, no puede negarse decía misia Casilda bajando la escalera. Y Susana, llorando, la tiraba besos como quien echa flores, con el presentimiento que ya no vendría más, porque la reconciliación no se había pactado... no, no vendría más; su empresa había fracasado y su corazón, de duelo, ya no latía como antes.
A poco de salir de las Micaelas, parecía algo enmendada. Volvió a correr pañuelos de Manila y algunas prendas; estaba en buena conformidad; pero ya la tenemos otra vez en danza con el maldito vicio. Anteanoche la recogieron tiesa en la calle de la Comadre... ¡Qué vergüenza...!». Jacinta hizo un gesto de pena. «¡Pobrecita mía!» exclamó abrazando más estrechamente a su protegida.
Si a veces sabían decirle que la iba a enfermar con tanto estudio porque la pobrecita se pasaba los días con los libros... y «meta» piano de sol a sol. Es un caso curioso, como pocos; porque don Casiano no es un hombre ilustrado, ¿no? ¿Qué se habrá propuesto con la Pampita?
Por eso, si no me casara con otro, para poner cuanto antes una barrera delante de mí, sería capaz de correr a casa de Julio y suplicarle que nos marcháramos de aquí, lejos, a cualquier parte, a un sitio donde no pudiera perseguirnos el fantasma de la pobrecita Laura. ¿Comprendes, ahora, porqué debo casarme con Muñoz? ¡Ojalá venga Julio mismo a salvarte! Nada sabe, Raquel.
Al menos, de estos no se dijo nunca con cruel compasión: «Pobrecita, mejor cuenta le hubiera tenido morirse». Trabajo. Paisaje. Figura
Déjala, hija, déjala ser todo lo hermosa que dicen y algo más todavía. Á ti no te toca más que compadecerla, porque le falta á la pobrecita la hermosura mayor, que es la honra. Soledad levantó el pestillo de la puerta y penetró en la estancia.
Palabra del Dia
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