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Actualizado: 13 de julio de 2025
La tierra cantaba de alegría con un goloso glu-glu que les llegaba al corazón á todos ellos. «¡Bebe, bebe, pobrecita!» Y hundían sus pies en el barro, yendo encorvados de un lado á otro del campo, para ver si el agua llegaba á todas partes.
Tu charlatanería me enfada, Alacrana. ¿Qué recado me traes? ¿Qué recado? Tres días de santa conferencia he empleado, mi niño. ¿Qué ha de hacer la pobrecita? Creo que está dispuesta a echarse fuera y huir contigo a donde quieras llevarla.
Su pobrecita hija estaba para librar de un momento a otro; el yerno, un «gallardista» furibundo, que había andado a palos varias veces a la salida de la plaza por defender a su ídolo, no se atrevía a hablarle. Pero ¡mardita sea!... ¿es que me toman ustés por ama de cría?... Tengo más ahijaos que hay en el Hospisio.
Podía, pues, parafrasear y aplicarse el antiguo adagio madrileño: Todo el Tandil lo sabía, ¡Todo el Tandil, menos él! Ahora se comprendía la singular reserva de Coca en la primera visita que él hiciera en casa de Itualde; comprendía por qué no le hablara, por qué parecía huirle... ¡Pobrecita!... Iba a ser ella la mejor pieza de su cacería en el Tandil, ¡ella, la blanca palomita del monte!
La pobrecita de mi madre no se ha metido en nada. Si hay en lo que ha pasado alguna culpa, toda es mía; no se la eches á nadie. ¡Está bien! exclamó el joven con sonrisa triste. ¡Ni siquiera me quieres dejar esa ilusión! La tabernera iba á contestar, movió los labios para hacerlo, pero se contuvo; hizo un gesto de indiferencia y guardó silencio. Manolo volvió á su actitud sombría.
Déjeme su merced ahora dijo Juanita y no venga, con perjuicio de su autoridad, acompañando a una chicuela que lleva un cántaro. ¡Pues no se enojaría poco la señora doña Inés, que tiene tantos humos, si viese a su señor padre sirviendo de escolta, no a una princesa como ella, sino a una pobrecita trabajadora! ¿Qué había de decir? Diría que yo te estaba encomendando algún trabajo.
De nuevo fijó en ella su mirada el jesuita, y prontamente, acercándose a su oído y silabeando como en el confesonario, murmuró: Ahora que esa pobrecita se ha muerto... ya sabe usted mi consejo, ¿verdad? ¡Tierra en medio, hija! Esta vecindad... estos aires no le convienen. A León.... Si me envían allá... la he de felicitar.
Mira cómo se ha puesto los pies. Ya se ve.... Como tuvo que meterse entre las zarzas para coger a tu dichoso Lili. Nela, ven acá. La Nela, cuyo pie derecho estaba ensangrentado, se acercó cojeando. Dame al pobre Lili dijo Sofía, tomando el canino de manos de la vagabunda . No vayas a hacerle daño. ¿Te duele mucho? ¡Pobrecita! Eso no es nada. ¡Oh, cuánta sangre!... No puedo ver eso.
La que ponía el amor, ese amor tan sublime y... delirante. Maxi no comprendía, y Ballester, decidido a darle la noticia sin rodeos ni atenuaciones, concluyó así: Sí, su mujer de usted ya no existe. La pobrecita se nos ha muerto hace hoy ocho días. Y al decirlo, se conmovió extraordinariamente, velándosele la voz.
Iba una hermana de ella y otras tres personas!... ¡Si me han dicho que se casan!... ¡Vaya si se casarán!... Como que es rica... Su padre tiene no sé cuántas tiendas... ¡Y yo no soy más que una pobrecita huérfana! Al llegar aquí rompió á sollozar de nuevo. Manolo hizo lo posible por calmarla con reflexiones consoladoras. Velázquez tenía buen fondo y la quería.
Palabra del Dia
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