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Actualizado: 13 de octubre de 2025
Vamos, ánimo, pobrecita, hijita mía... siguió el padre espiritual cada vez más meloso y consolador. Y ¡por Dios y su madre santa! A España, a España mañana mismo. ¿Con él? preguntó Lucía horrorizada.
El aspecto de tu existencia va a cambiar desde esta noche. ¡Cuántas penas, pobrecita, cuántas alternativas y vaivenes en tan pocos años! Por un lado tú, por otro yo. Ambos sujetos a mil fatigas, mecidos y arrastrados por este oleaje terrible que ya nos sube, ya nos baja, ya nos junta, ya nos separa... Es verdad, es verdad.
Y doña Cristina se indignaba al decir esto. ¡Qué había de ser ella! Tan buena, la pobrecita; tan religiosa; una alma pura de ángel... A eso conduce vuestra moral añadió con dureza. A hacer infeliz á una pobre criatura, buena como una santa.
Mi mujer dio la mano a todo el mundo, pero no abrazó más que a Isabel y a otra persona... ¿A que no saben ustedes cuál? A Paca, a la buena y valiente cigarrera, que tanto había contribuido a nuestra dicha. Yo me despedí con verdadera emoción de mis amigos, sobre todo de Villa, de Matildita, que había ido a la estación la pobrecita a despedirme con su hermano, y del duque de Malagón.
Sintió el pobre viejo una compasión supersticiosa; aquel ser vaporoso que se le aparecía de repente en silencio, pisando como un fantasma, lo quería él en aquel instante con amor de padre que teme por la vida de su hija, y lo temía al mismo tiempo como a cosa del otro mundo.... «¡Qué fácil era asesinar con una palabra a la pobrecita enferma, que acaso no era responsable de su delito!
No: ya sé que es sin querer, que á veces Dios permite que una persona buena sea, sin saberlo, causa de la perdición de otra. No le echo á usted la culpa. Pero esta pobre niña tiene quien vele por ella. No caerá otra vez; que gracias á un buen ángel ha salido ya del abismo la pobrecita, y se ha salvado.
La casa de Leiva no tiene sucesión... Supongo que usted no será capaz de dar su nombre a una... Llévesela usted, llévesela pronto. No quiero tener en casa esa deshonra... Una muchacha sin nombre... una infeliz espúrea. ¡Qué horrible espectáculo para mi pobrecita Presentación, para mi única hija!...
No quería más que tenerla a su lado las últimas horas de la noche, darle algo del postre que sobrase y dormir con ella. ¡Aquélla sí que sería Nochebuena! La pobrecita no lloraba nunca y era difícil que la descubriese. Además, no habían de ir a registrarle el cuarto.
En vez de sonreírle como siempre baja los suyos avergonzada; sus frescas mejillas se tiñen de rojo. La fatal palabra de su hermano vuelve á penetrar en su alma y á turbarla. Ella era una pobrecita recogida, una hospiciana; estaba casi segura. Nolo no podía casarse con ella. Tal idea aferrada á su mente la traspasaba de angustia, oprimía su pecho hasta impedirle la respiración.
Cesó de quejarse la pobrecita; movió la cabeza, fijando los tristes ojos en las personas que rodeaban su lecho; extinguióse poco á poco su aliento, y expiró. El Ángel de la Guarda, dando un suspiro, alzó el vuelo y se fué.
Palabra del Dia
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