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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Esperanza se guardó muy bien de decir á nadie que había servido á la duquesa de Gandía ni que había salido de su casa con el duque de Osuna. El guardar el decoro de la duquesa había costado á don Pedro un tesoro. Este volvió á Madrid de su expedición á París el mismo día en que lo había prometido á la duquesa. A las doce de la noche estaba en la reja. Al llegar, la madera de la reja se abrió.
Dios me entiende y yo me entiendo. Pero no os entiendo yo. Cuando fuí huído á Navalcarnero... y fué por una mujer... siempre ellas... encontré en vos... Un joven que se volvió á vos asombrado, deslumbrado por vuestro ingenio. Muchas mercedes. Pues encontré en vos un hermano, y tan agradecido quedé de ello, que en la primera carta que escribí al duque de Osuna, le hablé de vos.
La partida de bautismo de don Juan Téllez Girón, hijo natural del excelentísimo señor duque de Osuna, y de una principalísima dama, cuyo nombre, según decía la partida, se ocultaba por la honra de la misma dama. Juan apartó aquel papel y tomó otro.
Bajóse la duquesa y tomó el papel. Era la carta que había compuesto para ella el duque de Osuna. Se fué, latiéndola el corazón, á la luz, y leyó el doble contenido que ya conocen nuestros lectores. Apenas la leyó rápidamente, cuando corrió á la puerta. Necesitaba conocer al hombre audaz, causa del compromiso horrible en que se encontraba.
Leedme, leedme esa carta, padre Aliaga, y veamos esa historia. El padre Aliaga leyó la carta de la cruz á la fecha. Esa carta es una buena historia dijo el rey ; pero en esa historia faltan los nombres de los padres; nada hacemos con eso. Los padres, señor, son, según dice Francisco Montiño, el duque de Osuna. ¡Oh! ¡mi altivo Girón! ¿y ella?
El diablo predicador, en dos manuscritos de la biblioteca del duque de Osuna, se atribuye á Francisco de Villegas; particularidad que, no siendo autógrafos estos manuscritos, nada prueba contra la opinión común de que fuera su autor Belmonte.
Ya ves, tiene ahí a la hija del jorobado. Querrá lucirse. Era especie muy acreditada en la villa que D. Narciso y la niña de Osuna sentían una mutua inclinación, aunque sólo los espíritus heterodoxos y maleantes se atrevían a decirlo en alta voz. D. Narciso era, en verdad, mucho más dado a vivir entre el sexo débil que entre el fuerte.
Cuando la tenía suspendida a media vara del suelo, sintió ruido en la puerta. Volvió la cabeza aterrado, y un grito ahogado de vergüenza se escapó de su garganta. A la puerta estaban Osuna, D. Martín de las Casas y D. Peregrín Casanova. ¡Ya cayeron los tórtolos! gritó D. Martín con voz estentórea. El P. Gil dejó caer de nuevo a la joven y retrocedió, mirándoles con ojos de espanto.
D.ª Marciala, la esposa del boticario de la plaza, había ido a Sarrió a llevarle calcetas estando el presbítero pasando una temporada con su familia. D.ª Filomena, viuda de un teniente de navío, hacía a su hijo único ir a ayudarle a misa todos los días. Sin embargo, habíase notado cierta preferencia en él por Obdulia, la hija de Osuna, administrador de Montesinos.
En las poesías compuestas con ocasión de la muerte de Montalbán, en 1639, hay algunas suyas. En la Biblioteca del duque de Osuna se conserva manuscrita su comedia La más heróica fineza y fortuna de Isabel, con su firma, y la licencia de 1668.
Palabra del Dia
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