Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 16 de junio de 2025
El pobre Obispo apenas si se movía: únicamente su pecho continuaba agitándose con penoso estertor. Sus labios tomaban un tinte violáceo; sus ojos casi cerrados dejaban entrever un globo empañado ó inmóvil. Eran unos ojos que ya no miraban, y su morena carita parecía ennegrecida por misteriosa lobreguez, como si sobre ella proyectasen su sombra las alas de la muerte.
Poco después que ellas, subimos nosotros a la galería y dimos algunos paseos contra la voluntad de mi patrón, que a todo trance quería llevarme a casa para que me mudase. Mas yo tenía deseos de permanecer allí para confirmar a las monjas, sobre todo a la jocosa morena, en la salud y vigor de que me había jactado.
Lo que nos contaba Santorcaz respondí era pura verdad; pero esto que ahora vemos, amigo Marijuán..., verdad es también. Considerad ahora lo que pasaba del otro lado de Sierra Morena en aquel mismo mes de julio. El día 7 había jurado José en Bayona la Constitución hecha por unos españoles vendidos al extranjero. El día 9, el mismo José traspasaba la frontera para venir a gobernarnos.
Hizo un esfuerzo para moverse y se sintió muy débil y con un ligero dolor en el muslo. Recordó vagamente lo pasado, la lucha en la carretera, y quiso saber dónde estaba. ¡Eh! gritó con voz apagada. Las cortinas se abrieron y una cara morena, de ojos negros, apareció entre ellas. Por fin. ¡Ya sé ha despertado usted! Sí. ¿Dónde me han traído? Luego le contaré a usted todo dijo la muchacha morena.
Y cuando por las tardes el sol desmaya sobre olas de esmeralda su frente roja, niñas de tez morena van a la playa a recoger las conchas que el mar arroja. Son dulces y mimosas como las hadas, rutilan en su rostro ojos traviesos, y hay caricias eternas en sus miradas, y hay un fuego divino que arde en sus besos.
Los domingos, cuando iba a misa, solía contemplar a aquella muchacha morena del primer día arrodillada en el mismo sitio y ejecutando a la lectura del Evangelio la misma operación de levantarse y encender su hacha. Desde la puerta de la sacristía se la veía admirablemente. Esto se iba murmurando, por lo menos, en un grupo de mujeres cierto domingo al salir de la iglesia.
Debía ser sombrío su sueño, porque su entrecejo estaba fruncido, corría abundante sudor por su frente morena, y su boca sonrosada y de formas voluptuosas, levemente entreabierta, dejaba salir un sobrealiento poderoso y ronco.
-No, no -dijo el barbero-, Sancho Panza; si vos no nos decís dónde queda, imaginaremos, como ya imaginamos, que vos le habéis muerto y robado, pues venís encima de su caballo. En verdad que nos habéis de dar el dueño del rocín, o sobre eso, morena. -No hay para qué conmigo amenazas, que yo no soy hombre que robo ni mato a nadie: a cada uno mate su ventura, o Dios, que le hizo.
La ruda morena soltó una carcajada. La plática, aunque burlona, se fué haciendo más y más cordial, no tardando mucho aquel perro en obtener su perdón. El cuchicheo se hizo más íntimo y más suave. Hallaban los dos grato enamorarse por la reja después de haber hecho vida matrimonial cuatro años. Hacía ya largo rato que estaban charlando cuando se oyó el ruido de un coche.
¿Ve usted aquella casa, aquella, la nueva, la que está pintada de gris? Pues ahí vive una persona que toca mejor que Luisa.... ¿No lo sabía usted? ¡Ah! Sí, la señorita Fernández. ¡Sí! ¡Esa!... murmuró maliciosamente la parlanchina. ¿Y qué? ¿Qué? La señorita Fernández... repitió con mucha sorna la morena. ¿Por qué lo niega usted? dijo la rubia. ¿Qué tiene eso de malo?
Palabra del Dia
Otros Mirando