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Actualizado: 16 de junio de 2025
En el bouquet del vino, en el sabor del queso Gruyer, y en las chispas de la champaña, en el reflejo de unos ojos, hasta en el contraste del pelo negro de Ronzal y su frente pálida y morena... en todo encontraba Anita aquella noche belleza, misterioso atractivo, un valor íntimo, una expresión amorosa.... ¡Qué colorada está Anita! le decía Paco a Visitación por lo bajo.
Los surtidores de abajo eran una orquesta que acompañaba al bullicioso banquete; Pepa y Rosa vestidas de colorines, pero con trajes de buen corte ceñido, airosas, limpias como armiños, sinuosas al andar de faldas sonoras, risueñas, rubia la una, morena como mulata la que tenía nombre de flor, servían con gracia, rapidez, buen humor y acierto, enseñando a los hombres dientes de perlas, inclinándose con las fuentes con coquetona humildad, de modo que, según Ripamilán, aquella buena comida presentada así era miel sobre hojuelas.
Todo le interesaba al mancebo; el vestido que había llevado al baile de la embajada francesa; los menudos accidentes que le habían ocurrido en la cacería de Cotorraso; las escenas que había tenido con su marido, etc. La linda morena seguía el plan de atraer primero su atención, captarse su simpatía a fin de ponerle blando. Clementina llegó a la sala cuando más enfrascados estaban en la charla.
¡Mejor que mejor! ¿No has oído cantar á los ciegos esta copla: Morena tiene que ser la tierra para claveles, y la mujer para el hombre morenita y con desdenes? Y riendo como una loca se puso á charlar con su amiga Demetria, dejando al buen Jacinto afligido y hechizado al mismo tiempo. Las horas se iban deslizando. Algunas familias de Canzana comenzaron á desfilar.
Estábamos hablando cuando entró, acompañada de una criada vieja, la hija de doña Hortensia, Dolorcitas, una muchachita de catorce o quince años, preciosa. Don Ciriaco estuvo con ella como un viejo galante de la corte de Versalles. Dolorcitas se parecía a su madre; pero era más pequeña de estatura, de ojos más negros y de tez algo más morena.
El silencio reinaba de nuevo, y de nuevo se veían mujeres modestas vestidas de negro y hombres de cara seria y triste. Durante un rato, las mujeres, cansadas, respiraban más pesadamente, y temblaban las manos de la que acababa de bailar. Una joven bohemia morena comenzaba a cantar un «solo». Bajaba los ojos. Todos deseaban vérselos; pero ella no los levantaba.
De forma que puede decirse expiró esta poblacion cuando empezaba á tomar aliento, y á dar unas grandes pruebas de poder conseguir lo que con tanto anhelo y tan repetidamente ha intentado la Corte. Si reflexionamos en las poblaciones de Sierra Morena, encontraremos una segura hilacion de los esfuerzos y oposiciones que habrán mediado contra los establecimientos patagónicos.
Era alto, seco, nervioso, de mirada inteligente y dura, y de tez morena oscurecida por el paño de la mal rapada barba. Vestía una sotana morada, ya deslucida por el uso. Llevaba en el pecho una cruz y en el dedo un anillo de gruesas amatistas. Le seguían, como doble sombra negra, otros dos eclesiásticos, y era al mismo tiempo, sin que una cualidad dominara a la otra, antipático y respetable.
Mozos y mozas formaban pintorescos grupos dentro y fuera del pórtico, que empezaban a moverse en dirección al pueblo. En uno de ellos atisbó a la morenita que le había llamado la atención. Oiga usted, Celesto, ¿quién es aquella chica morena que está a la izquierda del hombre de la boina? ¿Cuál, la del pañuelo azul?
Y bien le dijo Oliverio, ¿nos reconoces? No del todo replicó ella ingenuamente. Cuando estaba lejos de vosotros os veía de otra manera. Yo estaba como clavado en mi asiento. La miraba, la escuchaba y por mucho que ella notara en nosotros un cambio, el que yo advertía en ella era aún más efectivo y sin duda más completo, ya que no más profundo. Estaba más morena.
Palabra del Dia
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