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Me dice también mi hijo, que si es necesario él me apoyará contra todas las oposiciones de la familia, hasta el momento en que sea completamente libre de seguir sus inclinaciones naturales; Cesarina, al oír esto ha contestado que no había experimentado más que el natural sentimiento en toda persona reconocida a otra a quien ha inspirado una pasión, y que seguiría sin pesar alguno la voluntad de la familia, que se uniría sin repugnancia al hombre apreciable que se le destinaba; parece, por lo tanto, que hay en ello tanta reflexión como simpatía. ¡Feliz el marido a quien la Providencia le depare tan angelical criatura!

Para colmo de complicaciones, había empezado en el Congreso la discusión de los presupuestos, ¡cosa rara!; y el Gobierno, que había prometido dejar la cuestión libre a sus diputados, como las oposiciones le cercenaban los ingresos y el empréstito no se cubría, no tuvo más remedio que hacer cuestión de gabinete la aprobación de ciertos capítulos.

Felizmente, Maxi estaba tan sin gana, que apenas probó bocado; doña Lupe se declaró también inapetente, y de este modo se fue resolviendo el problema y no hubo conflicto que lamentar. El padre Pintado, a pesar de ser tan proceroso, no era hombre de mucho comer y amenizó la reunión contando otra vez... las oposiciones de Sigüenza.

Era la supeditación de los novatos ante el discípulo viejo habituado a los usos de la casa. Cuando llegaba una votación y se agitaban las oposiciones creyendo en la posibilidad de la victoria, el ministro de la Gobernación le buscaba en los bancos con mirada ansiosa: A ver, Brull, traiga usted a esa gente; somos pocos.

Hacia 1545 encontrábase vacante la plaza de racionero y maestro de capilla de la Catedral de Jaén, y Guerrero, que apesar de su juventud había ya terminado los estudios, se presentó á hacer oposiciones á aquel cargo, que ganó muy honrosamente, pasando á la población citada, en donde permaneció hasta el año de 1548 en que volvió á Sevilla á ver á sus padres.

Enterrado en este claustro, , como el ciego, que hay en el mundo cosas muy hermosas... pero de oídas. El maestro de capilla guardaba del año anterior un recuerdo de felicidad, y hablaba de él con entusiasmo. Por indicación del cardenal-arzobispo había ido a Madrid a formar parte de un tribunal de oposiciones para organistas. Fue la gran temporada, Gabriel: la mejor de mi vida.

No se dio cuenta de que su hermano y D. León Pintado, entretenidos en una conversación interesante y parándose cada diez palabras, se habían quedado atrás. Hablaban de las oposiciones a la lectoral de Sigüenza y de las peloteras que ocurrieron en ella. El capellán, como candidato reventado, ponía de oro y azul al obispo de la diócesis y a todo el cabildo.

Haría oposiciones a una cátedra; le admirarían los compañeros, algún profesor de carácter huraño le daría su voto, pero el resultado seguro era no conseguir nada. Los solitarios como él, sin protectores, sin atractivo social, estaban desarmados para la lucha diaria: su destino era morir.

Muchas tardes en el Congreso, oyendo al jefe que desde el banco azul contestaba con voz incisiva a los cargos de las oposiciones, su cerebro, como abrumado por el incesante martilleo de palabras, comenzaba a dormirse.

En total cincuenta o sesenta duros al mes. Había hecho ya tres oposiciones a cátedras de Retórica y Poética ocupando segundo y tercer lugar en las ternas y estaba resuelto a oponerse a todas las que vacaran hasta apoderarse de una. ¡ siempre haciendo tonterías, García! exclamó Tristán con acento donde se transparentaba la complacencia con que las observaba.