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Actualizado: 16 de junio de 2025
Era un caballero alto, fornido, de unos cuarenta años de edad, la tez morena, los ojos negros, los cabellos crespos y comenzando a blanquear; fisonomía abierta y simpática. Vestía traje de casa, chaqueta obscura y gorra de cazador. ¡Bis, bis...! ¡menino...! ¡pobrecito, pobrecito! El gato permitió al fin que se le acercase y le dirigió una mirada triste y medrosa.
En fin, don Francisco, si esto dura mucho tiempo, el alcázar se convierte en Sierra Morena: lo mismo se bandidea en él que si fuera despoblado, y en cuanto á montería, piezas mayores pueden correrse en él, sin necesidad de ojeo, que no lo creyérais si no lo viérais. Me declaro por lo de las piezas mayores; veamos. Primera pieza.
Voy a presentárosle. Arias echó a correr pensando: «Eloísa tiene blando el corazón y la echa de romántica: es pintiparada para el mayor, que anda a caza de estos avechuchos.» Entre tanto, la condesa preguntaba al duque si era bonita la Filomena de Villamar. No es ni bonita ni fea respondió . Es morena, y sus facciones no pasan de correctas.
Olvidábase de todo, de su familia, de su porvenir, de la pobre Micaela, que iba a sus espaldas rumiando altramuces, y su atención reconcentrábase en los ojos negros, que a cada momento reproducían un rincón del paisaje; en la blanca y sana dentadura, tan hermosa, tan brillante, que al reír parecía iluminar la morena cara de la joven. Y sin embargo, su conversación no podía ser más vulgar.
»Pálido, delgado, la tez morena, la frente arrugada, Teobaldo, que apenas contaba veinte años, parecía rayar ya en los cuarenta; pero en cambio era de los hombres más instruidos de Italia en historia y en teología, y conocía a la perfección muchas lenguas.
En lugar de responder a esta pregunta, Stein sacó su flauta y repitió la misma melodía. Entonces el duque vio que se les acercaba medio corriendo, medio saltando, una joven morena, la cual se detuvo de pronto al verle. Esta es mi mujer dijo Stein ; mi María. Que tiene dijo el duque entusiasmado la voz más maravillosa del mundo.
Vamos, amigo Fuentes repuso la graciosa morena dirigiendo una mirada insinuante a Castro, porqué se le había metido en la cabeza arrancársele a Clementina ¿me quiere usted tomar el pelo? ¡Tomaj el pelo!... ¿Qué es que tomaj el pelo? preguntó la baronesa de Rag a Osorio. A esta baronesa la estaba desvistiendo con la imaginación Bonifacio, contemplándola desde lejos sin pestañear.
Me pareció que habían adivinado mi secreto, lo cual, aunque en cierto modo me contrariaba, tenía para mí algo halagador. ¿Quiere usted replicó la rubia que le endulcemos el oído? ¡Jesús, mujer! volvió a exclamar hipócritamente la morena. ¡Qué libertades gastas! La chiquilla se echó a reir. Yo no quiero nada, señorita... respondí.
Diose don Quijote una gran palmada en la frente, y comenzó a reír muy de gana, y dijo: -Pues no anduve yo en Sierra Morena, ni en todo el discurso de nuestras salidas, sino dos meses apenas, y ¿dices, Sancho, que ha veinte años que te prometí la ínsula? Ahora digo que quieres que se consuman en tus salarios el dinero que tienes mío; y si esto es así, y tú gustas dello, desde aquí te lo doy, y buen provecho te haga; que, a trueco de verme sin tan mal escudero, holgaréme de quedarme pobre y sin blanca. Pero dime, prevaricador de las ordenanzas escuderiles de la andante caballería, ¿dónde has visto tú, o leído, que ningún escudero de caballero andante se haya puesto con su señor en tanto más cuánto me habéis de dar cada mes porque os sirva?
Sois un gentil mozo, aunque no os parecéis ni á vuestro padre ni á vuestra madre; mi hermano era así poco más ó menos como yo, lo que no impedía que fuese un valiente soldado del rey, y mi cuñada, vuestra madre, fué en sus mocedades un tanto cuanto oronda y frescota, pero era fea y morena que no había más que pedir; vos sois muy gentil hombre, blanco y rubio, como si dijéramos, la honra de la familia, porque ya me estáis viendo y ya sabéis lo que fué vuestro padre y lo que es vuestro tío Pedro.
Palabra del Dia
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