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La comedia es una fuente de juventud. ¿Se llama usted Jessy Loudon? Ese es mi nombre de guerra... de guerra contra los hombres... Yo me llamo verdaderamente Josefina Branchu. TALMA. En lo sucesivo, hija mía, se llamará usted Rachel Mars. El nombre no es, por lo visto, moco de pavo. TALMA. Para una artista, el nombre es la cuarta parte del éxito. Ya sabe que me intereso mucho por usted.

Aquella carta, hallada a su lado y unida al informe junto con otras que no tenían importancia, decía: «Sor Ana, ruegue usted por . Ruegue usted mucho, con todo el fervor de su buena alma, porque tengo necesidad de mucho perdón. »Esta es la última carta mía que usted recibe.

La monja que había reprendido a su compañera se destacó del grupo para decirle: Madre, la hermana Luisa acaba de jactarse de coser mejor que la hermana Isabel y se ha impacientado mucho porque le dije que no debía hacerlo. ¿Es verdad, hija mía? preguntó en tono severo la superiora. La hermana Luisa bajó la cabeza.

La devota entró en su cuarto y volvió al poco rato con una cajita que mostró al joven, diciendo cariñosamente: Aquí está. Es mía, es nuestra. Y al decir esto se acercó á él con la caja, sostenida en las dos manos y apoyada en el seno.

, , comprendo ahora que he sido una loca, que tratando de hacer un bien he causado un terrible mal... Su Ilustrísima me desprecia y tiene razón, porque no soy más que una pobre tonta... Pero no es eso lo malo... Lo horrible es que de aquí en adelante estará prevenido contra un pobre inocente... ¡Jesús de mi corazón, qué tentación ha sido la mía!...

Se me figura un dulce sueño. Pero ¿por qué no dices nada? Pareces inquieta; tu corazón late presuroso. Di, querida mía, ¿qué tienes? ELSA. Nada. Pero el sol de hoy era tan triste... ENRIQUE. Ya se ha puesto. ELSA. , se ha puesto; no está ya en el cielo, y estás aquí, junto a . Pero no, no eres ; es tu espectro de los labios ardientes y la mirada luminosa. ELSA. ¡Es el duque que llega!

Ordené a Juan que marchara, y el cura y yo seguimos detrás a pie, por un buen trecho, con el objeto de estar juntos un poco más. Os escribiré todos los días, señor cura. No te pido tanto, hijita mía: Escríbeme solamente una vez por mes; pero con toda intimidad. Os escribiré todo, completamente todo, hasta mis ideas sobre el amor. Veremos replicó el cura con sonrisa incrédula.

Contaré á vuestra majestad lo que me ha sucedido: salía yo de la antecámara á llevar en persona la orden de vuestra majestad á doña Clara, porque, por fortuna, vuestra majestad me había dicho terminantemente: id y decid á doña Clara Soldevilla... debía yo ir... y fuí. Es cierto... una distracción mía, doña Catalina.

¡Eh! ¿qué tal? ¿se te ha pasado ya el susto, mujercita mía? dijo Montiño, en quien la debilidad era un defecto incurable.

Allá por los años de 1734 paseábase muy risueña por estas calles de Lima, Mariquita Martínez, muchacha como una perla, mejorando lo presente, lectora mía. Paréceme estar viendo, no porque yo la hubiese conocido, ¡qué diablos!