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Y aun desde la almohada siguió dirigiendo a su hija, con sus grandes ojos vidriados, la misma fija y aterradora mirada. ¡Madre de mi alma! gritó la niña abrazándose inmediatamente a ella . ¡No me mires así, por Dios!... ¡Mamita mía, no me mires así! ¡Ay, no me mires así!... ¡Ay por Dios, que me das miedo!... ¡Mamita, mamita!... ¡Ay, Dios mío! ¿Qué es esto?

Creo que todo se vuelve en contra mía: mis hijos, mis amigos... vos... en quien yo confiaba ciegamente. ¡Yo...! , vos; me habéis dicho que os retiráis de la servidumbre de la reina... y vos me hacéis mucha falta al lado de la reina... no contenta aún, os hacéis amiga de nuestra enemiga doña Clara, y amparáis á mi enemigo don Francisco.

Tenía mucha prisa en salir de aquel salón en que me ahogaba; pero no pude retirarme ante la actitud provocativa que afectaba el señor de Bevallan. A fe mía murmuró, que es cosa bastante particular. Fingí no oirlo. La señorita Margarita le dijo dos palabras bruscas en voz baja.

Los achaques me tienen triste y desmazalado. consideras todo esto, ¿no es verdad? ¡Viejo, enfermo, solo y pobre! ¿No te parece cosa triste, cosa que parte el alma, esta situación mía después de haber trabajado tanto? Todos ustedes se van logrando. Tengo discípulos en toda clase de oficios y profesiones.

En fin, querida mía, si se tratará de cualquiera extraño, de cualquier advenedizo que en esta ocasión se presentase, ni por el pensamiento me pasaría que usted pudiera preferirle a ; pero ¡ay! se trata de una antigua amistad, de un cariño antiguo en él y antiguo en usted.... Usted me lo ha revelado, diciéndome con el acento más noble y leal: «es verdad, es verdad».

No siento murmuró, moviendo su lengua con gran dificultad , no siento mas que el no verte... y que tal vez no volveremos a vernos nunca. ¡Feli de mi alma gritó Isidro , no digas eso; no lo creas, nena mía!... Volveremos a ser felices. Verás qué bien te tratan allí.

Yo no me atrevería á decir contestó Montiño si yo me he entrado en vuestra alma ó no, señora; pero os puedo asegurar que vos os habéis entrado en la mía. Pero esto es una locura dijo la Dorotea como quien pretende despertar de un sueño ; una locura á que no debemos dar vuelo: vamos, esto no puede ser. ¿Que no puede ser? ¿y por qué? ¿tanto amáis á don Rodrigo? ¿tanto os importa Lerma?

»En ocasiones, pronto a ceder, huía de ; o bien enajenado de amor, caía a mis pies exclamando: Yo seré tu esclavo; pasaré mi vida adorándote; ¡hermana mía, amiga mía... no quiero de ti más que tu alma, tu amor!... ¡No exijo nada del destino; soy el más dichoso de los hombres!... ¡La dicha fuera de aquí no equivale a la desgracia a tu lado!...

»Ángel, presente allí, quizás hubiera logrado que yo me llevara hecho lo que, en opinión mía, quedaba en buen camino de hacerse; pero ni se presentó, ni me pareció muy cuerdo preguntar por él entonces.

La Bonnetable, no habiendo podido digerir la «incalificable agresión» de que fue objeto de parte de Francisca y de la mía, se había excusado.