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Cuando por primera vez de una boca humana estas palabras: "Creo que no es usted culpable," me pareció que Dios me perdonaba por medio de su representante en la tierra y quedé penetrado de reconocimiento. Entonces hice á ese Dios de dulzura y de confianza el voto de darme á él. ¡Qué! Jacobo, ¿quieres?... Hacerme sacerdote, , madre mía.

Uno he visto aquí dijo don Cleofás , entre los demás compañeros, que le he deseado cruzar la cara, porque me galanteó en Alcalá una doncella, moza mía, que se enamoró dél viéndole hacer un rey de Dinamarca.

No esperaba yo antes de llegar á casa tan feliz encuentro. Pero Dios es muy bueno y cuando menos se piensa favorece á sus criaturas. ¡Qué criaturita de Dios! exclamó Flora riendo con malicia. De Dios soy, hija mía, pero también quisiera ser tuyo. ¡Virgen! ¿Y qué iba á hacer yo con usted si fuese mío? Cuanto quisieras, hermosa.

En el momento de la partida no le asusta la tormenta, ni el viento, ni la lluvia torrencial. Sólo tiene un pensamiento, un deseo único, una palabra: «¡En marcha! ¡En marchaUna vez terminada la comida, levantose Hullin y dijo a su hija: Estoy cansado, hija mía; dame un beso y vamos a dormir. , papá Juan Claudio; pero no olvides despertarme si sales antes del amanecer.

Pobre señor cura, tiene miedo... Teme a los gendarmes de Dios, ¿verdad, abuela? ¿Qué gendarmes, hija mía? Todas las devotas del género de Celestina, son los gendarmes de Dios... A ellas corresponde la vigilancia de la parroquia entera, desde el señor cura hasta el último niño del catecismo... Es seguramente un monopolio. Exageras, Magdalena.

Entonces abracémonos, tía mía, y que no se hable más del asunto. Á estas palabras, Herminia saltó de alegría, pero fué la única que manifestó satisfacción cordial. Había ya pasado la efusión del primer momento, y la señorita Guichard y Roussel tenían la frente cargada de nubes. Mauricio los miraba con inquietud.

Conciertan, pues, los dos quitar la vida Al pobre, que vivia sin recelo: El Juan Rodriguez dióle una herida, De que cayó el Gonzalez en el suelo. La maldita verdugo, luego asida Del triste que la pide á ella consuelo: "No es tiempo ya, le dice, perro perro." Y el mozo por la llaga mete hierro. Espira el sin ventura sollozando, Diciendo: "¿muger mia, qué os he hecho?"

¡Ah! ¡Por fin te encuentro! balbuceó Clementina, estrechando á Herminia hasta ahogarla. ¡Ah! querida niña, con la que he sido tan dura y que me absuelve sin una vacilación!... ¡Oh! pequeña mía!... ¿Cómo obtener jamás que olvides todo ese daño?... Pero ¡estaba loca! ¿sabesNo sabía lo que hacía!...

Desgraciadamente, yo no estaba sola... Lo siento mucho, sobre todo, si un buen pensamiento le hubiese llevado. Nada más probable, hija mía, pero, gracias a Dios, eso no es irreparable, si queréis, ¿cuándo podrá encontraros, si llega a desear visitaros nuevamente?

¿Pero qué te ha ocurrido? volvió a preguntarle su mujer. Nada, hija mía, que hoy se me ha caído la venda de los ojos. El amiguito García, ese desdichado a quien sólo por compasión admitía en mi casa, me estaba arrancando esta tarde la piel de lo lindo con mi otro amigo Estévanez.