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Pero la joven se asustó, pensando que si decía la verdad podía exponer a su benefactora a un peligro. Se puso a balbucear y dijo: Un ruido, un crujido... No me hagas hervir la sangre, ¡desgraciada! dijo Mathys . Vamos, ¿qué es lo que has oído? Sin duda a los pájaros nocturnos en la torre.

Son unos animales soberbios y el cochero debe ser muy hábil. No como no nos rompimos el pescuezo en esta carrera salvaje. ¡Ah! comienzo a tranquilizarme, pero necesito descansar, y os ruego que me permitáis retirarme. La condesa abrió la puerta de un armario y sacó una botella y una copa. Mi pobre Mathys le dijo tomándole la mano , vuestro susto debe haber sido grande.

Pero es algo incomprensible murmuró Mathys desalentado . ¿Entonces ella misma me quiere poner en peligro para perderme? ¿Qué la puede impulsar a cometer semejante locura? ¿Qué fin puede tener en vista? Lo que la impulsa es el odio ardiente que os tiene; y al acusaros de un crimen ante mi, quiere impedir nuestro casamiento.

Un puñado de oro, economizado sueldo a sueldo. ¿Un puñado de dinero? dijo la señora de Bruinsteen, riendo de incredulidad . ¿Pensáis que no cuántas acciones de la deuda del Estado y cuántos títulos de empréstitos encerráis allá arriba, en vuestra caja de hierro? Vamos, vamos, no os enojéis, mi buen Mathys, no os envidio de ningún modo vuestro tesoro.

Su aparición en aquel traje solemne hizo temblar a Marta en los primeros momentos, pero luego, dominada por la necesidad, se puso de pie sonriendo y respondió al saludo de Mathys con suave amabilidad. Esta acogida amistosa alentó al intendente, que se aproximó triunfante, y le dijo con expresión ligera: Mi querida Marta, estáis sin duda sorprendida de verme en este traje, ¿verdad?

La condesa tomó el billete y lo leyó. Al principio sus labios se contrajeron de rabia; pero en seguida una sonrisa irónica apareció en sus labios. «Parto para salvarte. Dentro de algunas horas serás libre para siempre»... ¡Ah! ¡Ah! ¿No es más que esto? ¡Ya veremos! El cuarto de Elena está cerrado, ¿no es cierto, Mathys? ¿No comprendéis que es una nueva molestia que Federico quiere causarnos?

Por desgracia, el intendente había salido muy temprano aquel día del castillo; había salido en el coche grande y sólo volvería muy tarde. ¿Por qué no le había hablado Mathys de aquel viaje? ¿Qué le ocultaba? Al hacer esta reflexión, se puso pálida y empezó a temblar, porque una sospecha terrible acababa de cruzarle el espíritu.

Es necesario, Marta; tenéis que comprender que la menor debilidad puede volverse un crimen, y que vuestra respuesta va a decidir como un fallo supremo respecto de la vida de vuestra hija y de vuestra felicidad misma. Dicho esto, tomó la mano de su amiga y agregó con tierna compasión: Tened valor y escuchadme con calma... El señor Mathys quiere hacer para con vos una tentativa solemne y decisiva.

Mathys, satisfecho de haber encontrado motivo para dar rienda suelta a su mal humor, prosiguió: ¿Os parece advertir en mi fisonomía que estoy disgustado? Pues bien, , tengo motivos para estarlo. Cómo ha sucedido esto, no lo ; pero desde la primera vez que vi a Marta, se despertó en un sincero afecto por ella.

No sólo le impondré que en adelante os deje en paz y os respete, sino que le declararé a la vez que os he elegido por mujer y que pronto seréis mi esposa. No, Mathys, no hagáis eso; su furor no reconocería límites exclamó la viuda. Ya lo ; pero, aunque se volviera loca furiosa, poseo los medios de desarmarla. No tengáis temor; si yo se lo exijo, os pedirá perdón por su brutalidad.