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Actualizado: 29 de junio de 2025
Es decir respondió la condesa que tendréis el usufructo y gozaréis de los arriendos. Ya me parecía dijo el intendente con amarga decepción. Sois injusto, Mathys observó la señora de Bruinsteen . Hago todo lo que puedo por disponer de ellos a mi antojo. Si muere, el molino de agua será vuestro; pero, mientras tanto, tenéis que contentaros con la renta y los réditos. Es una bonita renta anual.
Este casamiento debe hacerla feliz, yo poseo una linda fortunita, Marta no tendría que servir a nadie y pasaría una vida fácil y agradable... Catalina caminó silenciosamente durante algún tiempo mientras Mathys se restregaba las manos y se entregaba a rientes reflexiones. La campesina se detuvo de pronto a la entrada de un sendero.
Vamos, no somos niños. ¿Puedo hablaros, Marta, con franqueza? Con toda franqueza, señor. Sí, pero no es como intendente del castillo, ni como vuestro superior que os lo pregunto, sino como amigo. Sois demasiado bondadoso, señor. Está bien, no comenzamos mal dijo Mathys restregándose las manos . En seguida nos entenderemos, Marta.
Aquella pregunta pareció confundir a Mathys, porque balbuceó una respuesta confusa.
Vió a la joven sentada en una silla en el fondo de su cuarto; ya estaba levantada y vestida, a pesar de la hora tan insólita. Tenía, pues, que saber lo que había pasado. Mathys se acercó a la joven, la miró con los ojos hechos ascuas y exclamó, apretándole las muñecas hasta deshacérselas: Ten cuidado, dime la verdad, porque si me engañaras, sería capaz de todo... ¿Dónde está el aya?
El altercado duraba desde hacía largo rato, sin que la señora de Bruinsteen ni Mathys perdieran terreno, ni parecieran rendirse. La voz del intendente había llegado poco a poco al diapasón más elevado, y sin duda la obstinación de la condesa lo llenaba de furor, porque llegó a gritar tan fuerte que la viuda creyó distinguir algunas de sus amenazas.
Marta agregó , no puedo pretender que soy inocente del todo, pero hay alguien más culpable que yo, y no creo que os sea difícil encontrarme excusas. Tened valor, Mathys dijo la viuda , yo le he de perdonar mucho al hombre que me ha protegido y defendido. Pues bien, escuchad, vais a saberlo todo.
Está bien, Catalina, podéis estar tranquila; conozco un medio seguro de salvar todas las dificultades dijo victoriosamente Mathys . Mañana, probablemente, el aya os traerá la noticia de que me ha confesado su afecto sin haber temblado ni sonrojado. La campesina lo miró con sorpresa. Es bien sencillo exclamó , voy a proponerle que se case conmigo... ¿Por qué lanzáis ese grito de inquietud?
Dejad que le aplique a la loca el castigo que merece su falsedad. Si tuviera tiempo, me parece que le haría sentir a esa tonta que no tiene derecho a reírse de nosotros. Pero comprended, Mathys; yo estaré junto a ella, y la condesa en su enojo se exaltará tanto contra mí como contra ella. Estoy cansada de estas escenas odiosas; si tengo que seguir soportándolas, prefiero huir de Orsdael.
Mathys miró el papel durante algún tiempo con aire extraviado, después lanzó un grito de rabia y corrió al otro cuarto, buscando algún objeto con qué golpear a la pobre Elena; su mirada tropezó con la ventana y vió las sábanas atadas a los barrotes de hierro.
Palabra del Dia
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