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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Por ser libre y casarme contigo me resignaría desde ahora mismo á ganar el pan, como la última labradora, con el sudor de mi frente... aún más, me resignaría á mendigarlo de puerta en puerta... Pero no quiero perder mi alma ni la tuya... No puedo amar á mi marido, pero puedo serle fiel... Lo que estamos haciendo es muy criminal, y tarde ó temprano caerá sobre nosotros el castigo del cielo... ¿Por qué no hemos de amarnos puramente, sin manchar nuestras almas?
Pero sacudía la cabeza pensando en Julî, en el estenso porvenir que tenía delante: contaba con vivir sin manchar su conciencia. Seguía el tratamiento prescrito y vigilaba. Con todo, el enfermo iba cada día, con ligeras intermitencias, peor.
Quiero volver con usted, padre.» Esta carta se cruzó con otra que Xuantipa había escrito a Angustias de sobremesa, fresca aún la noticia de la fuga y en el primer impulso de la iracundia: «No vengas a manchar esta santa casa. Esconde tu vergüenza en donde nadie te encuentre ni te conozca ni nos conozca.» Cuando Belarmino recibió la carta de Angustias, rompió a llorar y a reír.
No conocía Agapo lo demás, porque nunca le habían dejado pasar de allí, pues podía manchar las alfombras con sus patas embarradas o ensuciar la seda de los muebles con sus ropas grasientas; se sentaba humildemente en la escalera, después de tocar el timbre. El criado salía, le miraba de pies a cabeza y desaparecía, cerrando la puerta.
D. TELL. Si no tomo Venganza con propias manos... ¡Dar a Elvira! ¡Qué es a Elvira! ¡Matadlos!... Pero dejadlos; Que en villanos es afrenta Manchar el acero hidalgo. Vase. PELAYO. No le manche, por su vida. SANCHO. ¿Qué te parece? PELAYO. Que estamos Desterrados de Galicia. SANCHO. Pierdo el seso, imaginando Que éste no obedezca al Rey Por tener cuatro vasallos. Pues ¡vive Dios!...
Y si bien este ataque viene de quien, primero que atreverse á manchar honras agenas, no le hubiera estado del todo mal lavar la suya, con todo eso, el mejor abogado de Cieza es su crónica, y hasta que se conozca y se publique, á ser posible, como yo lo he hecho con la GUERRA DE QUITO, acompañada con documentos coetáneos que la justifiquen, la fama del primero de los historiadores del Perú no quedará completamente limpia.
Un caballo, al ser herido en el vientre, esparció en torno de él, vaciando sus entrañas, una lluvia nauseabunda de excremento verdoso, que vino a manchar los trajes de los toreros cercanos. El público celebraba con risas y exclamaciones las ruidosas caídas de los jinetes. Sonaba la arena sordamente con el choque de los cuerpos rudos y sus piernas forradas de hierro.
¿Qué tengo de manchar? le respondí, mordiéndome los labios. No importa; te daré una chaqueta mía; siento que no haya para todos. No hay necesidad. ¡Oh, sí, sí! ¡mi chaqueta! Toma, mírala; un poco ancha te vendrá. Pero, Braulio,.. ¡No hay remedio, no te andes con etiquetas!
Y allá iba dos veces al año, para manchar el piso con sus alpargatas cubiertas de barro y repetir que las cadenas son para los hombres, haciendo molinetes con la navaja. Era una venganza de esclavo, el amargo placer del mendigo que comparece con sus pestilentes andrajos en medio de una fiesta de ricos. Todos los labriegos reían, comentando la conducta de Pimentó para con su ama.
No por esto se malearon, y aquellas obscenidades y ternos que empleaban entre sí, pero que ante nadie repetían, fueron como un cieno que, si les ensució la boca, no les llegó a manchar el alma. Una mañana que faltó a su clase un catedrático, se marcharon con otros chicos a jugar a la Era del Mico, y esta escapatoria fue para ellos una revelación.
Palabra del Dia
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