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Actualizado: 20 de mayo de 2025
El huracan reina solo, y su soplo abrasado parece contener todo el fuego de un infierno desconocido que existe entre los arenales, las rocas escarpadas, las ciénagas pestilentes y los escombros de las selvas calcinadas.
Se formó de lo que existía: entraron a componer aquel gran amasijo la flor y la escoria de la nación; nada quedó escondido, porque la fermentación lo sacó todo a la superficie, y el cráter de nuestra venganza esputaba lo mismo el puro fuego que las pestilentes lavas.
Al mismo tiempo, aprenderemos á utilizarla de un modo completo en el riego de nuestros campos, convirtiéndola en una de nuestras riquezas, poniéndola al servicio común de la humanidad, en vez de dejarla arrasar los cultivos ó perderse en pestilentes pantanos.
Pero, frecuentemente, no saben utilizarlo con inteligencia y lo aprisionan entre murallas mal construídas que la corriente derriba; conducen el agua hacia hondonadas donde se estaciona en charcas pestilentes; las llenan de basura que debiera servir de abono á sus campos y transforman el alegre arroyo en lugar inmundo.
¿Y quién le mató? -preguntó don Quijote. -Dios, por medio de unas calenturas pestilentes que le dieron -respondió el bachiller.
Pero son capaces de desembarcar y de seguirnos por los bosques dijo el Capitán . ¿Se les ve? Sí dijo Hans, que se había abierto paso entre aquellas plantas, de las cuales se desprendían emanaciones pestilentes. ¿Qué hacen? Tratan de entrar en el río. Veamos. Van-Stael atravesó la espesura, y al llegar al extremo del islote se inclinó hacia adelante, cuidando de no descubrirse.
La veía sin ropas, con toda la majestad de su desnudez marfileña, tal como iba danzando ó saltando de un lado á otro del viejo salón. ¡Y este cuerpo moldeado por la Naturaleza en un momento de entusiasmo ya no existía!... ¡Sólo era un amasijo de carnes líquidas y pestilentes jugos!...
En una palabra, examinado todo por separado, encuentro que V. emplea ingredientes contrarios á lo que V. se propone; y desde ahora doy por seguro, que en vez de sacar nada conforme á las bellísimas muestras que tiene V. en el despacho, va á sufrir una pérdida de consideracion en su fama é intereses.» «Todo es posible, señor filósofo, decia el inexorable tintorero, tomando en sus manos las preciosas materias y ricas manufacturas, y sumergiéndolas sin compasion en las sucias y pestilentes calderas, todo es posible, mas para dar fin á la discusion, déjese V. ver por aquí dentro pocos días.» El filósofo volvió en efecto, y el tintorero desvaneció todas las objeciones, desplegando á sus ojos las telas que por rigurosa demostracion debian estar malbaratadas. ¡Qué sorpresa! ¡qué humillacion para el analítico!
Y allá iba dos veces al año, para manchar el piso con sus alpargatas cubiertas de barro y repetir que las cadenas son para los hombres, haciendo molinetes con la navaja. Era una venganza de esclavo, el amargo placer del mendigo que comparece con sus pestilentes andrajos en medio de una fiesta de ricos. Todos los labriegos reían, comentando la conducta de Pimentó para con su ama.
Palabra del Dia
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