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Actualizado: 2 de mayo de 2025
¿Y tú conoces al Romeo? preguntó al fin el conde. ¡Ya lo creo! respondió el aya sin mirarle. ¡Y tú también! ¿Por qué no me has llamado la atención hasta ahora? Ni una palabra ha salido de tus labios. Los criados no deben mezclarse en los asuntos de los amos. ¡Ya pareció la gotita de hiel! exclamó levantándose de nuevo y paseando por la estancia.
Ni valen para este delicado asunto las cartas de recomendación.... Es verdad que nada de eso vale. ¡La distancia, la distancia!... Si pudiéramos traer aquí a Navarra.... Llevaremos allá a Madrid. ¿Cómo? Sr. D. Felicísimo dijo Salvador levantándose , me marcho a Navarra. ¡Usted!... ¿cuándo? Lo más pronto que pueda. Depende de los medios que encuentre.
Buenas noches respondieron uno a uno, levantándose todos antes de concluir la comida, no sin empinarse el gascón dos o tres copas más de vino tinto. Sintiendo un vago e indefinible malestar, retirose cada cual a su aposento, a hacer sólo las oraciones, que las demás noches hicieran juntos, bajo la dirección del dominico, en la polvorosa capilla.
Tan buena impresión le hicieron, que levantándose del sillón vino a ponerle la mano sobre el hombro, exclamando: ¡Cuánto me alegro, Pepito! ¡No sabes el placer que me has dado! ¡Y dices que no sabes si Dios te ha tocado en el corazón! ¿Cómo había de realizarse este cambio repentino en tu ser si Dios no lo moviese?
33 Entonces, levantándose todos los de Israel de su lugar, se pusieron en orden en Baal-tamar; y también las emboscadas de Israel salieron de su lugar, del prado de Gabaa. 34 Y vinieron contra Gabaa diez mil hombres escogidos de todo Israel, y la batalla comenzó a agravarse; mas ellos no sabían que el mal se acercaba sobre ellos.
El rostro de Castro Pérez cambió de expresión. Vamos, joven, murmuró levantándose, y ofreciéndome un asiento, aquí tiene usted una silla. Mi hombre volvió a su poltrona, y luego, por sobre los anteojos, me miró de pies a cabeza. ¿Qué se ofrece? ¡Ah! ¡Ya recuerdo! ¿Es usted el joven que desea entrar de amanuense en esta casa? Sí, señor. Pues bien.... Veremos, veremos si es usted útil.
Pues, hija mía, no te mortifiques más tiempo... Cuando las cosas no convienen, ya sabes el remedio. Soledad le miró fijamente y con sorpresa. Resistió el guapo la mirada sin pestañear. Hubo una corta pausa en que ambos trataron de escudriñarse el alma. Al cabo dijo aquélla levantándose: Está bien. Lo que ha de ser, cuanto más pronto, mejor. Y subió á su cuarto con paso firme.
Tuvo miedo y se sentó un momento para calmar su angustia. ¡Honorina! gritó levantándose , ¿está usted muerta? Fue la muerte en persona la que le respondió. Tropezó contra un mueble y sus manos nadaron en un mar de sangre. Cayó arrodillado, apoyó los brazos en la cama y permaneció hasta que se hizo de día en la misma postura. No se preguntó siquiera cómo había podido ocurrir aquella desgracia.
La lámpara, casi agonizante, parecía negar su luz a aquella escena: Tirso, no esperando tan pronto el ataque, tuvo un instante de flaqueza y, levantándose del asiento, quiso refugiarse en su cuarto: Pepe, extendiendo hacia él la mano, le hizo señal de que esperase.
Tío Pedro, tío Pedro, no es esa la manera de querer a los hijos replicó la tía María ; el amar a los hijos es anteponer a todo lo que a ellos conviene. Pues bien está repuso el pescador levantándose de repente ; llévesela usted: en sus manos la pongo, al cuidado de ese señor la entrego y al amparo de Dios la encomiendo.
Palabra del Dia
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